lunes, 23 de mayo de 2022

Los nenúfares pueden ser en realidad cualquier cosa.


I.

Los nenúfares pueden ser en realidad cualquier cosa.

Cualquier cosa concreta, me refiero.

No es que importe eso en todo caso.

No es que importe qué era, en concreto, aquello que en inicio observaba Monet cuando pintó los nenúfares.

Aclaro, por cierto, que esto no es algo negativo.

De hecho, no creo que sea correcto valorar de forma alguna todo aquello.

Solo mencionaba lo anterior para confesar un par de cosas.

Cosa uno:

A veces, cuando observo las pinturas, yo mismo soy un nenúfar.

O dejo de ser yo, más bien.

O no soy nada.

Cosa dos:

Nunca tengo dos verdades, para confesar.


II.

Me encontré con la tumba de Monet casualmente, un día, caminando hacia Giverny.

Probablemente, en otra oportunidad, ya he contando algo de esa historia.

La encontré en los terrenos de una iglesia, bastante abandonada, y era más bien una tumba familiar.

Como no tenía sentido quedarse junto a una tumba, seguí caminando, aunque pensando en algo que, como no era verdad, no puedo llegar a confesar.

En cambio, puedo admitir que mencionaba lo anterior, para confesar (en cambio), dos cosas:

Cosa uno:

Únicamente en una oportunidad, he caminado hasta llegar a Giverny.

Cosa dos:

Abandoné mi corazón, en aquel lugar.

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