jueves, 5 de mayo de 2022

El accidente fue grave.


El accidente fue grave, es cierto. O muy grave, si se quiere. Pero lo que destaco aquí es que todo salió bien. Me refiero a que luego de todas las operaciones, tratamientos y tiempos de recuperación, indudablemente quedó bien. O al menos igual que antes. Eso es lo importante, creo yo. Que el accidente haya sido eso, me refiero, solo un accidente. Algo que pasa y que luego se deja atrás. Algo que no te aleja de ser quien ya venías siendo. Eso es lo que pienso.

Hablo con él, sin embargo, y parece decepcionado. Eso me preocupa. No me entrega claramente sus razones, pero es como si no le gustara volver a ser el de antes. De hecho, si bien sé que todo fue un accidente, a veces pienso que había puesto esperanzas en él. Que el accidentado tenía esperanzas en el accidente, me refiero. Para mí es absurdo, por supuesto, pero intento comprender… ¿Qué hay de malo, después de todo, en seguir igual que antes?

Nos juntamos a conversar y casi siempre aparece el tema del accidente. Nos entrampa, digamos. Discutimos largamente sobre aquello y terminamos siempre con las mismas palabras. No necesitamos un accidente, le digo, en esas ocasiones. Intento ser tajante en aquello y decirle cosas por su bien, a fin de cuentas, porque lo veo complicado. No obstante, lo cierto es que ni yo mismo entiendo bien qué es lo que le digo, y hasta a veces sospecho que puede tener razón. Disimulo mis sospechas, por supuesto, pero eso es lo que ocurre. Ya ni siquiera sé si es accidente fue grave, finalmente. Ni qué es, a ciencia exacta, un accidente.

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