miércoles, 25 de mayo de 2022

La mordió un perro que se llamaba Dazai.


La mordió un perro que se llamaba Dazai.

Un perro grande que era la mascota de un vecino que murió de cáncer hace algunos meses.

El perro Dazai, por cierto, la mordió hace cuatro años.

Fue solo una mordedura que desgarró piel, músculos y nervios, en su hombro izquierdo.

Ella había bajado del auto para abrir el portón y -según cuenta-, el perro apareció de golpe y se abalanzó sin más, sobre ella.

Nadie de quienes vivían en esa calle, por cierto, había visto nunca suelto a aquel perro.

Y es que el animal, siempre había permanecido al interior de la casa de su amo.

De hecho, si soy preciso, esa vez tampoco el perro estaba “suelto”, exactamente.

Suena extraño, pero puede explicarse de esta forma:

Ella (la que fue mordida) señaló que el perro salió desde el interior de su domicilio, en cuanto ella abrió el portón.

Y entonces, por su puesto, se abalanzó sobre ella y apretó sus mandíbulas contra uno de sus hombros (el izquierdo) y sacudió el hocico fuertemente, como si intentase arrancarle aquel brazo.

Poco después -sin resistirse, prácticamente-, ella perdió el conocimiento y el perro llamado Dazai soltó su hombro y pareció calmarse.

Ambulancia, policía, denuncias, operaciones y tiempos de recuperación son conceptos que debiese emplear para contar lo que sigue en esta historia.

Sin embargo, lo importante aquí -aunque apenas-, ya ha sido dicho.

Y todo lo innecesario -he aprendido con el tiempo-, termina sin duda, produciendo daño.

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