martes, 24 de mayo de 2022

Desarrolle una reflexión en torno a la serie seleccionada, teniendo en cuenta la rúbrica incluída en el final de esta guía.


Viendo el animé La melancolía de Haruhi Suzumiya me di cuenta que la melancolía de Haruhi Suzumiya no era la melancolía de los demás. Y al decir que no es la de los demás no digo que sea incorrecta o distinta a la melancolía “normal” del resto de la gente. Intento decir, simplemente, que descubrí que la melancolía de todos es una melancolía distinta. La melancolía de Andrés Vian. La melancolía de Lionel Messi. La melancolía de Vladimir Putin. O la melancolía mía, incluso. Todas esas podrían tener su propio manga, anime o novela ligera. Todas serían dignas, me refiero. Dignas si son honestas y probablemente distintas entre sí, si son honestas. Alimentadas en distintas fuentes, vividas de distintas formas y, por supuesto, con distintas maneras de enfrentarlas. (…)

Luego, a partir de eso, me di cuenta también que todos tenemos melancolía. O más bien, que una parte de nosotros es “una melancolía”. Una melancolía nuestra, digamos. La melancolía de Donald Trump. La melancolía del verdulero de la esquina. La melancolía de Bud Bunny... Y hasta la melancolía de ese Otto Wingarden, del que nos habla siempre.

¿No cree que es lindo descubrir eso?

Y claro, al igual que en el animé, ocurre finalmente que quien logra evidenciar esa melancolía es siempre un otro, aunque la melancolía sea nuestra. Eso comprendí, al menos, y ahora mismo me estoy preguntando: ¿Quién será aquel que comprenda mi melancolía, profe? ¿Sabe usted quién es el que comprende la suya?

¿No cree que sería lindo, descubrir eso?

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