viernes, 4 de marzo de 2022

Saco la carne del congelador.


Saco la carne del congelador para que se descongele. La dejo sobre un plato, en un mueble de la cocina y luego se me olvida, por supuesto, que está ahí.

Por lo general, la carne al descongelarse bota sangre y agua que excede los límites del plato y termina manchando el mueble, al olvidarme de ella, en lo absoluto.

Mi hijo suele insistir en que debo descongelarla en el microondas. Argumenta que es más rápido, por supuesto, y además así evito olvidarla, pues todo resulta más inmediato.

Yo discuto, por supuesto. La carne debe descongelarse por sí sola, le digo. Aunque no doy razones, por supuesto.

Él no discute, en todo caso, y hasta me ayuda a limpiar.

En lo personal, siempre me demoro en decidir con qué limpiar esas manchas de agua y sangre. No se trata, sin embargo, de las manchas en sí, sino del asco que luego me produce el paño o lo que sea que he ocupado para limpiar todo eso, y termino botando aquello, a la basura.

Luego de eso, por supuesto, cocinamos.

Nos repartimos las labores, para esto.

Ahora que lo pienso, soy yo quien siempre se ocupa de la carne.

La corto, la aliño… la cocino, en definitiva.

Es difícil de explicar, pero todo el tiempo, mientras lo hago, estoy consciente de que es carne. Y claro, si bien no es algo terrible, tampoco se trata de una sensación agradable.

Esto ha ido el aumento, en el último tiempo.

El otro día, por ejemplo, incluso me ocurrió comiendo.

Mientras masticaba la carne imaginé que lo que estaba masticando era en realidad mi lengua, y que, a esa altura, ya era un proceso irreversible.

Me angustié, por supuesto, pero terminé de comer en silencio.

Mi hijo, en tanto, me observaba mascar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales