jueves, 3 de marzo de 2022

¿No te llevas nada?


Señaló un nombre extraño y nos explicó aquello que hacía. El nombre lo olvidé, por supuesto, pero lo que hacía era invitarnos a su casa e invitarnos a llevarnos lo que quisiéramos. Literalmente lo que quisiéramos.

A diferencia de lo que pensábamos, él no se iba del país ni planeaba tampoco una renovación absoluta, sino que decía que había hecho ese ejercicio como un acto liberador, pues comprendía que prácticamente todo lo que tenía no era esencial, y podía seguir con su vida “más ligero”, con menos cosas.

En este sentido, si bien no restringió nuestros requerimientos, hizo que los que estábamos ahí tuviésemos ciertos reparos y le dejáramos algunas cosas básicas. Ropa, principalmente, aunque recuerdo que también le dejaron varios muebles, la cocina y el refrigerador.

Después de todo, si bien su sueldo era un poco mejor que el de la mayoría de nosotros, sabíamos que podría tener dificultades si abusábamos de su propuesta.

-¿No te llevas nada? -me preguntó luego de un rato, al ver que no separaba nada para mí.

-Pensé en libros -confesé-, pero vi que otros se fueron a la biblioteca y ya no quedan.

-Hay una acuarela en el cuarto de atrás -me dijo-, tal vez te guste.

No contesté, pero incliné la cabeza, agradecido, aunque de todas formas no fui por ella.

En cambio, me senté en un sofá, a tomarme una cerveza, hasta que alguien me avisó que se llevaría el sofá, y quería moverlo hacia un lado para que supieran que estaba “reservado”.

-¿De verdad se siente bien? -le pregunté.

-Más de lo que crees -me dijo.

Al observarlo, se veía feliz, pero sentía que en el proceso los otros mostraban lo peor de sí, y no eran merecedores de nada de lo que se llevaban.

-En el fondo se llevan cargas -me dijo-. Te aseguro que la mayoría tampoco necesita de estas cosas… a algunos ni siquiera les cabrá aquello que se llevan en sus casas, o no tendrán dónde ponerlo…

-Es probable -admití.

No hablamos más, pero me quedé de todas formas hasta el final, observando todo el espectáculo.

Cuando me fui, el lugar se veía revuelto, mayormente vacío, aunque todavía quedaban grupos de cosas apiladas, que algunos irían a buscar al día siguiente.

-Llévate esto, por último -me dijo él, despidiéndose y entregándome una caja de fósforos de estilo japonés.

Ya de camino a casa, abrí la caja, y me alegré al ver que estaba prácticamente llena.

Con fósforos, por supuesto, todavía sin usar.

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