viernes, 11 de marzo de 2022

Cuestión de sangre.


Estábamos conversando luego de comer juntos. Creo que bebíamos algo. Ella me explicaba que en el último tiempo se sorprendía de pronto sin nada en la cabeza. Quieta. Sin pensar en nada.

Y lo cierto es que parecía realmente preocupada al explicarlo.

-Es una sensación rara -me dijo-. Incómoda. Como si al dejar de estar en blanco descubriese de pronto que me he soltado a mí misma… Ya sabes… como una madre a la que se le arranca su única hija… Y claro, es entonces cuando de forma súbita descubro que estoy fuera de mí, alejándome… Supongo que por eso no me gusta no pensar...

-Pero te dará tranquilidad algunas veces -dije yo-. O sea, algo podrás descansar cuando no piensas. No puedes tener la cabeza encendida todo el tiempo.

-Lo sé -dijo ella-. De hecho, eso es lo que me digo… pero lo cierto es que no me convenzo… Estar en blanco me asusta… Siento que me estanco, no sé… De verdad es una sensación extraña… Interna, me refiero… Como una cuestión de sangre…

-¿Pero de verdad la sientes tan grave? -insistí.

-Claro que sí -contestó-. No bromearía con esas cosas… De verdad te lo diría de otra forma, pero lo cierto es que no sé bien cómo explicarlo…

Dejó pasar un momento antes de seguir.

-Sí, supongo que es eso… -dijo entonces a media voz, como si hablara consigo misma-. Cuando no pienso siento que me coagulo…

-¿Sientes que te coagulas? -repetí, sin entender.

-Sí… -concluyó-. Ya ves que es cuestión de sangre, a fin de cuentas.

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