miércoles, 23 de marzo de 2022

Hablarlo.


Podemos hablarlo, de igual forma. Ya sabes. Tú me cuentas tu punto de vista, luego yo te explico el mío y poco después ya está. O sea, no de inmediato, pero ese es el único camino. Hablarlo, me refiero. Puedes no creerme, pero lo cierto es que me preocupa que tengas algo que decir y no lo digas. No quiero que te guardes eso. No soy sicólogo, pero es algo evidente que, si quieres hablarlo y no lo haces, probablemente te haga mal. Prefiero escucharte, ya sabes. Que quede una sensación de tranquilidad tras aquellas decisiones que de una u otra forma nos afectan. Y esta decisión te afecta, claro. Aunque eso no es malo a priori. Los cambios, me refiero. Más aún cuando sentimos que nos perjudican pues es entonces cuando debemos fortalecernos y sin duda eso es bueno. Sí… tal vez no hayas considerado eso. Por eso es bueno que hablemos. Para que te nutras de aquellas explicaciones que pueden hacerte comprender mejor todo esto. Y aceptarlo, por supuesto, porque al fin y al cabo habrá que aceptarlo, pues no hay otra opción. Salvo hablarlo, por supuesto, como te decía en inicio. Y eso es algo que podemos hacer, sin problemas. Tú me dices cuándo. Sabes que no tengo mucho tiempo, pero puedo buscar unos minutos y escucharte atentamente. A eso me comprometo. Ahora no, en todo caso, pero anótate ahí, o mándame un mail y coordinamos. Igual mientras te recomiendo hacer simplemente lo que te he dicho. No te obligo a hacerlo sonriendo, pero sí a aceptarlo. De todas formas, reitero que estoy a tu disposición. Y recuerda: podemos hablarlo, sin problemas.

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