miércoles, 30 de marzo de 2022

Decadencia.


Vuelvo a leer a Goscinny.

Lo hago tras encontrar un pequeño tomo olvidado, entre algunas cosas viejas.

La historia es más o menos así:

Como no pueden vencer a la aldea gala de Astérix y Obélix los romanos desesperan. Analizan sus derrotas, crean nuevas estrategias, pero lo cierto es que nada resulta. Es entonces cuando Cayo Coyuntural, asesor del César, plantea que la forma más eficaz de derrotarlos es a través de la decadencia.

Y claro, como César no entiende Coyuntural le pide que observe su entorno: senadores y otros nobles echados sobre cojines, llenos de lujos, comodidades y comiendo todo el tiempo… esa es la decadencia, le enseñan al César. Si los transformamos en esto podremos derrotarlos fácilmente.

De ahí la historia sigue y nos muestra como los romanos llegan donde Obélix y comienzan a pagarle grandes sumas por sus menhires. Y de paso, por cierto, lo impulsan a ampliar su negocio y atraer a otros habitantes del pueblo hasta que todos comienzan poco a poco a aspirar a las comodidades y a utilizar también grandes sumas de dinero en vestidos y otros accesorios, lo que los aleja poco a poco de aquello que eran, transformando sus personalidades y volviéndolos sofisticados, y suaves.

De ahí la historia sigue, por supuesto, pero no me interesa contarla más allá.

Prefiero dejarla hasta ese momento, cuando la decadencia ha comenzado a germinar, entre ellos.

Ese es el momento clave, digamos. El momento que hay que saber reconocer.

De eso se trata, más o menos.

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