domingo, 17 de noviembre de 2019

No querer hablarlo.


Por respeto, principalmente, no he querido hablarlo. Porque me repugna y me da asco emplear palabras para algo tan sucio. Porque no sirve opinar entre los que pensamos lo mismo, y nos indigna lo que ocurre. Porque a pesar de todo se siguen riendo en nuestra cara. Porque me ahoga la rabia y me contengo. Porque creo que aún hay demasiada tibieza incluso entre los que se creen en llamas. Porque me duele mirar a los otros. Porque paso el día con los puños apretados. Porque no sabemos donde están nuestras raíces. Porque esto todavía no es el verdadero estallido. Porque más fuego es necesario. Porque más honestidad es necesaria. No quiero hablarlo, acá, por respeto a la verdad. A esa verdad que no poseo. Por respeto a esa verdad que necesito. Tengo asco, rabia y dolor y no quiero transformarlo en otra cosa. Quiero que se incube en mi todo aquello y dé a luz algo verdadero. Mientras, sin embargo, me avergüenza ocuparme de mis cosas. Me avergüenza regar mis plantas. Me avergüenza escribir acá, incluso, y disfrazar mi discurso. Volverme tibio justamente por evadir la tibieza. Todo esto me avergüenza. Me repugna. Me duele. Me silencia.

Una mosca zumba y se golpea contra las paredes mientras escribo, y yo no sé qué mierda significa.

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