miércoles, 27 de noviembre de 2019

Con una lupa.


Le gustaba encender cosas jugando al sol, con una lupa. Hojas de árbol, en un inicio. Luego trozos de papel. Más adelante fotografías. Había encontrado un montón de ellas, en unos álbumes que su madre guardaba en la parte baja de un clóset, debajo de las toallas. Los sacaba a escondidas en cuanto ella se iba al trabajo y él quedaba solo, durante el verano. Mirándolas, descubrió que él mismo aparecía en muchas, sobre todo cuando bebé. Descubrió también gente extraña en las fotos. De hecho, solo reconoció a la abuela, entre ellas, y a su madre, que se reía en varias de las imágenes, lo cuál le resultó extraño, y hasta incómodo. A pesar de aquello no fue la risa de su madre lo primero que quemó, bajo la lupa, sino que comenzó por los rostros de los extraños, que se decoloraron en un inicio hasta que las fotos se contraían en esos puntos y comenzaban a quemarse, aunque casi nunca arrojando verdaderas llamas. Fue dañando así varias fotos. Pensó en retirarlas, entonces, para no ser descubierto, pero finalmente terminó dañándolas cada vez más. Fue seleccionándolas, de hecho, separando aquellas que, según él, no merecían ser quemadas. Finalmente, sin embargo, terminó por quemar todas. Tomó entonces los álbumes vacíos y las imágenes dañadas y las metió en una bolsa que fue a botar a un basurero que había en una plaza cercana. Se arrepintió durante esa misma noche, por lo que fue a recuperarlas al otro día, pero ya no estaban. Tal vez como castigo se provocó a sí mismo quemaduras en un brazo. Se dejó unas cuantas marcas, que quedaron marcadas como puntos pequeños. Una pequeña constelación de quemaduras en el antebrazo de su brazo izquierdo. Pasó entonces el tiempo y él creció. Las marcas permanecieron. Nunca nadie le preguntó por ellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales