martes, 5 de noviembre de 2019

Falta la silla del profesor.


Falta la silla del profesor.

Yo soy el profesor.

Nunca ocupo la silla, pero me avisan que falta.

No sé qué decir a eso, así que digo ok.

Ellos esperan, tal vez, que yo pregunte por la silla.

No lo hago, por supuesto.

Tras unos minutos escucho murmurar a unos sobre aquello que falta.

Supongo que se refieren a la silla.

No es nada grave, pero la situación es extraña.

Me refiero a que yo soy el profesor, falta la silla del profesor, pero no podría decir que falta mi silla.

Me siento parte de un silogismo incompleto.

Como si la falta de un elemento pudiese poner en duda mi rol, frente a ellos.

Entonces revisamos ejemplos que ayuden a entender la diferencia entre el idios kosmos y el koinos kosmos, según un texto que leíamos ayer.

Ejemplos cotidianos, por supuesto.

Incluso buscamos otra forma de llamar a esos conceptos, aunque dichos así parecieran ser más trascendentes.

La definición propuesta en el texto, para el idios kosmos, era la visión singular del universo, que cada uno “tiene en su cabeza”.

El koinos kosmos, en cambio, representaría el universo objetivo, que por lo demás no existiría, salvo como la percepción de un acuerdo convencional entre distintos individuos.

No resulta tan mal, pero de cierta forma sigo sintiendo que falta algo.

Se los comento a ellos y me señalan que es cierto.

Falta la silla del profesor, me dicen.

Noto que no dicen “falta su silla”.

Tal vez no venga al caso, pero justo entonces recuerdo que Hannah Arendt planteaba que el objetivo principal de un estado totalitario consiste en desconectar a la gente de la realidad, en hacerla vivir en un mundo ficticio.

Nunca existió esa silla, les digo, finalmente.

Tocan el timbre.

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