jueves, 14 de noviembre de 2019

Hoy fue un día soleado.


I.

Jacobo es bobo, me digo.

Lo observo, por lo mismo, sin escucharlo.

De vez en cuando se ríe y hasta hace pequeñas muecas.

Es ridículo, ciertamente, pero no me enojo.

O no me enojo con él, directamente.

Después de todo Jacobo es bobo, vuelvo a decirme.

Luego, simplemente, cambio el canal.


II.

También ahí me encuentro a Jacobo.

Y luego en otro.

No lo reconocí en un inicio, pero luego estuve atento a los detalles.

Bigotes falsos, movimientos exagerados, extraños peinados y trucos de maquillaje.

Hasta sus muecas parecían distintas, a simple vista.

¡Pero si es Jacobo…!, grité, sorprendido.

Igualito que en Emaús, me di cuenta tarde.


III.

De pequeño me reía, con Jacobo.

Tal vez por eso no logro enojarme.

No con él, aclaro, pues el enojo existe y hasta la rabia.

A veces incluso no me deja dormir, como esta noche.

Cuando por fin consigo hacerlo sueño cosas extrañas.

Jacobo no es bobo, en mi sueño.

Jacobo es lobo.


IV.

Antes pensaba de otra forma.

Pero hoy creo que hay distintas formas de ser honesto.

No con uno mismo, por supuesto, sino con los demás.

Y la verdad arrojada demasiado pronto no sobrevive fuera de nosotros.

En mi sueño, por ejemplo, sostengo a Jacobo de un tobillo y le arranco la piel para saber qué es.

Tras hacerlo, solo encuentro sangre, músculos y grasa como en cualquiera de nosotros.

Entonces suena un aullido y despierto con las manos empuñadas.

Hoy fue un día soleado, me digo, con una voz nueva.

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