jueves, 31 de octubre de 2019

Lo que hizo.


Después de observarlo durante diez o quince vueltas decidió desmontar el tren eléctrico. Antes, había pasado varios días armándolo y pintando algunas piezas de la maqueta que acompañaba la ruta. Una estación, un pequeño bosque, la entrada y salida de un túnel, entre otras cosas. Ahora estaba desarmándolo. Todo tenía cajas que permanecían casi intactas, en las que fue guardando cada una de las piezas. Luego, sacó fotos a cada una de ellas y utilizó las imágenes para crear un anuncio. Propuso un precio que a primera vista podía parecer alto, pero que se ajustaba fácilmente a los valores que había en el mercado. Fueron pasando los días, sin embargo, sin recibir siquiera una pregunta. Por lo mismo, bajó levemente el precio y señaló que aceptaba ofertas. También subió un breve video que había grabado del tren en funcionamiento. Poco después comenzó a recibir algunas preguntas. Sobre el estado de los productos, condiciones de entrega, consultas sobre ventas por separado y hasta las razones de la venta. Se enfocó en responder todo de la forma más cortés posible. Detalló las condiciones de los productos. Reiteró que no se vendía por separado. Señaló un par de opciones de pago y se abrió a distintas posibilidades de entrega  y envíos. Dudó, sin embargo, sobre qué poner en las razones de venta. Era fácil decir que era por motivos de espacio, apuro económico o inventarse alguna otra situación, pero lo cierto es que le complicaba mentir. Por lo mismo, tras reflexionar sobre el asunto, se limitó a escribir que vendía el tren porque daba vueltas. Luego escribió un pequeño texto en tercera persona aunque seguía sin dar detalles. Finamente, subió el texto a un blog en el que escribía a diario y puso el link del texto en el anuncio. Y esperó. Eso fue lo que hizo.

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