miércoles, 2 de octubre de 2019

Pliska desgraciado (lamentación checa).


Madre cruel, la de Pliska.

Cruel como todas las madres.

Y Pliska sin saberlo.

Sin saberlo, como todos los hijos.


Regando árboles secos, estuvo Pliska.

Creciendo sin diferenciar lo muerto de lo vivo.

Gastó su infancia en eso, pobre Pliska.

Pero todos gastamos la infancia.


¡Madre cruel!, gritaba Plisca.

¡Madre cruel y todas las mujeres crueles!

Me arrancaron los ojos como a un pescado, dice Pliska.

Y las risas se clavaron en mis cuencas, como alfileres.


Hombres desgraciados y Pliska alfiletero.

Mujeres crueles y hombres desgraciados.

Entonces el alcohol llama a Pliska como una madre menos cruel.

Como una madre menos cruel y más amarga.


¡Mujeres crueles y Pliska desgraciado…!

Y en el vaso con alcohol un feto de sí mismo.

La taberna es tan triste como el mundo, dice Pliska.

Y el feto del mundo está también en la taberna.


Los sueños de Pliska huelen a formol.

Y camina su dios sobre la misma sustancia.

Entonces Pliska pide ojos y pide madre y pide amor.

En la taberna pide, como un profeta huérfano.


¡Pobre Pliska…! ¡Pobre desgraciado…!

Como todo hombre, tal vez, pero sabiéndolo.

Y el santito ese de allá también lo sabe.

Madre cruel, decía, la de Pliska.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales