jueves, 17 de octubre de 2019

En el metro, leyendo a Taniguchi.


Apretado, al interior del metro, leo El caminante, de Jiro Taniguchi. Una novela gráfica que compré pensando que adaptaba una excelente novela de Natsume Soseki, que había leído no hace mucho.  Mientras leo, sin embargo, me doy cuenta que es algo distinto. Una pausada historia de un hombre que camina por distintos espacios, luego del trabajo, sin dejar de sorprenderse por el mundo que lo rodea. Me detengo así, junto con el personaje, a mirar largo rato los detalles de un árbol, por ejemplo, al que el hombre se sube para rescatar el juguete de unos niños, o para acompañar al hombre mientras sigue a otro, con el que finalmente llegan a caminar juntos. Lo veo también asombrarse con la nieve, mojarse bajo la lluvia o comprando unos pequeños pasteles que luego comparte con su esposa. También observo cómo llegan, él y ella ahora, a adoptar un perro y los acompaño en un viaje a la costa para devolver una concha que extrañamente encuentran en su patio, y dejarla en el mar. Por último, un breve epílogo que ocurre diez años después, me muestra al personaje de regreso del trabajo perdiéndose un poco y remontando un pequeño río, para saber de donde proviene. Así, luego de avanzar un poco se encuentra con un hombre, con una caña, en un sector un poco más alto del riachuelo en el que todavía el agua no es abundante. Es entonces cuando el caminante le pregunta al otro por la pesca, y el hombre con la caña se muestra feliz simplemente con estar ahí, con la caña casi como una excusa, diciendo que ojalá no pesque nada pues no lo necesita, y que todo así está bien, mientras contempla el paisaje. Termino yo, en tanto, la lectura, apretado aún, en el metro, que ha parado varias veces por algunos disturbios. Trato de observar hacia algún lado buscando la belleza que el personaje de Taniguchi parece encontrar en sus situaciones cotidianas. Pero no tengo mucho éxito. También pienso hacia dónde, y en qué tiempo, podría uno mismo caminar, como aquel personaje. No digo que sea imposible, pero claramente tenemos otras dificultades. Mientras escribo esto, al final del día, siento sin embargo que hacerlo es un poco como arrojar esa caña en la hoja en blanco. Tampoco quiero atrapar a nadie. Estoy cansado. Se está bien así.

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