sábado, 19 de octubre de 2019

El centro de la tierra.


Un tipo en la calle me muestra algo así como un bolón de acero. Este es el centro de la tierra, me dice. Yo vengo caminando hace tres horas y estoy mareado. He pasado la noche en un hospital luego de alcanzar los 42 grados y después de inyecciones, muestras de sangre y exámenes varios me he ido sin decirle nada a nadie. Entonces observo aquello que me muestra aquel hombre. Este es el centro de la tierra, me dice. Nunca ha estado verdaderamente en el centro. Me agacho para vomitar mientras sospecho que la fiebre no se ha ido. Luego de un rato descubro que el hombre sigue ahí. Que no lo he imaginado. ¿Quiere llevarlo?, me dice. Es el centro de la tierra. Yo observo su mano extendida con ese bolón metálico y luego lo observo a él. Tiene la mirada tranquila y de cierta forma me transmite paz. No podría, le digo. Apenas sé cargar conmigo mismo. Él parece comprender. Nos sentamos entonces sobre un poco de pasto al lado de la vereda. La gente sigue caminando y hay ruido que viene desde muchas partes. Nadie me cree que es el centro del mundo, dice entonces. Y los pocos que me creen no quieren cargarlo. Yo lo observo y me pregunto si aquel hombre está verdaderamente cansado. Luego extiendo la mano y cierro los ojos. La fiebre me ha dejado sin voluntad y acepto la suya. Escucho una explosión, en la distancia.

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