miércoles, 30 de octubre de 2019

De esa forma.


Soltamos las serpientes para fomentar el caos, pero pasaron los días y las serpientes nunca aparecieron. Las creímos peligrosas, pero nada sabíamos de ellas, finalmente. Bastaron unas horas para perderlas de vista y no volver a saber de ellas. Suponemos que se escondieron, por supuesto. Pero nada hemos sabido de ataques o avistamientos. Deben preferir las cloacas, nos dijo un conocido, que algo sabía del tema; ahí pueden vivir comiendo ratas y no tienen, prácticamente, depredadores de importancia.

Así, investigando tardíamente, descubrimos que nuestra idea era una réplica de otros intentos que habían fracasado también, estrepitosamente. Grandes revueltas con serpientes en Egipto, en Tailandia y en la India, terminaron siempre con las serpientes escondiéndose y formando grandes nidos que no fueron descubiertos sino hasta décadas después de las revueltas originales. Escasos o nulos ataques era el factor común en todos aquellos sitios. Y el hecho quedó registrado, simplemente, como una anécdota más de esas revueltas que, por cierto, se desvanecían también antes de lograr cualquier cambio trascendente.

La única experiencia similar, semi exitosa, provenía de una tribu en el Congo, que como medio de defensa ante otras tribus invasoras, había extraído el veneno de ciertas serpientes y creado cápsulas que escondieron en su propia boca y que luego, a partir de conductos que habían trazado al vaciar algunos de sus dientes, lograron traspasar a sus enemigos, a través de mordidas que ellos mismos les propinaban, generalmente, luego de ser capturados.

Así y todo, si bien lograron expulsar a estas tribus invasoras, el pueblo defensor también resultaba fuertemente diezmado, pues el veneno solía afectar tanto a los mordedores como a los mordidos. Por lo mismo, esta estrategia no siguió utilizándose, con el tiempo.

Como puede apreciarse, un mínimo de investigación podría habernos llevado a optimizar de mejor forma nuestros recursos… Por otro lado, hay que considerar que las serpientes siguen vivas, en algún sitio, y reconocer también que el caos, para muchos, es más lindo de esa forma.

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