Igualito que en el día de la marmota viví la experiencia
de comenzar el día en varias oportunidades.
Por otro lado, a diferencia de lo que sucedía en
esa película, las acciones realizadas en cada uno de los días, eran distintas
por completo.
Obviamente, fuera de este texto, tendré que aceptar
que fue un sueño algo extraño.
Y claro, por razones de tiempo y de interés, haré
una referencia breve a la acción o situación emblemática de cada una de las
versiones de ese día, que me tocó vivir.
Versión 1:
Luego de un día normal voy a ver una obra de
teatro. Dicha obra, tiene la particularidad de repetir todo el tiempo una única
palabra. Un significante más bien. Me refiero a que los actores desarrollan sus
situaciones y conversaciones repitiendo solo una palabra y cambiando su
entonación. Los significados son múltiples, claro. Extrañamente, la obra se
deja ver bien, y hasta me emociona profundamente, cerca del final. Como si todo
adquiriese sentido a fuerza de repetición. Luego volvía a casa, simplemente.
Escribía y me iba a acostar.
Versión 2:
Me despierto con la sorpresa que lo de la obra teatral
había sido un sueño. Sin embargo, todo transcurre normal. Entonces escucho a un
humorista contar algo que podría considerarse como un chiste muy fome:
¿Sabes cómo se consigue guardar la muñeca rusa más
grande dentro de la muñeca rusa más pequeña? ¿No sabes…? Pues entonces no se
puede.
Así, durante el día, contaba este supuesto chiste,
sin encontrarle gracia alguna, pero todos quiénes lo escuchaban terminaban con
ataque de risa.
Finalmente, antes de dormir, le encontraba la
gracia.
Y escribía sobre él.
Versión 3:
Me levanto y todo transcurre normal. Normal hasta
que tarde noche veo un grupo de tres tipos. Los observo con atención pues
tienen una apariencia extraña. Uno de los tipos le entrega un paquete al que
parece el jefe. Luego, el que parece el jefe, le dispara al tipo con una pistola
con silenciador, en un café del barrio Manuel Montt. Nadie se percata y el
muerto parece dormido. Entonces se produce una conversación entre los dos
hombres que quedan:
-¿Lo mataste?
-Sí.
-Pero si te pagó la deuda.
-Lo sé
-¿Y entonces?
-No me gusta el sencillo.
-Pero te entregó un fajo de billetes, yo lo vi.
-Pero los billetes estaban arrugados.
-Pero valen lo mismo.
-No tienen el mismo precio, no el mismo valor
-No te entiendo
-Es obvio. Nunca entiendes nada
Luego de esta conversación los hombres acomodaban
al muerto y se iban.
Yo también lo hacía, medio asustado, aunque anotaba
la patente del auto al que subieron.
Por la noche le contaba la situación a un amigo.
Luego volvía a casa.
Escribía un texto sobre una taza de café.
Luego me dormía.
Versión 4.
En este día yo tenía consciencia clara de lo que
venía ocurriendo.
Así, le contaba a alguien sobre esta situación.
Esta persona, me decía que el problema era mío y ponía
una canción donde se hablaba de mi supuesto problema.
En la canción (cuyo ritmo y letra recuerdo a la
perfección) un tipo cantaba alegremente:
Las chicas me dicen sé más simple.
Y yo lo intentaba una y otra vez.
Pero es tan difícil ser más simple.
Luego, el tipo me decía que a veces existía esa
posibilidad. La de vivir un día como borrador y luego pasarlo en limpio. Pero
claro, yo ya había abusado del asunto y además no corregía nunca nada.
Por lo mismo, la única posibilidad de comenzarlo
nuevamente era ir borrando mis huellas, como las de un arma. O sea, retroceder
cada uno de mis actos y disolverlos.
Entonces, yo intentaba realizarlo, pero finalmente
me daba cuenta que no podía. Y claro, me quedaba finalmente en ese día.
Ese día es hoy.
Ahora escribo, un poco antes del final del día,
para ver si hay cambio.
Si esto queda escrito, quiere decir que algo
comprendí, y que esto funcionó.
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