sábado, 10 de enero de 2015

Ella deja un mensaje.


Ella deja un mensaje para decir que quiere verme. Uno de esos mensajes breves, eso sí. Nada muy comprometedor ni empalagoso. Un mensaje sencillo. Directo. Yo estoy leyendo a Richard Ford cuando descubro el mensaje. Leyendo a Richard Ford y comprando pasajes, para arrancarme de Santiago. Mientras leo, tomo apuntes del libro de Richard Ford. Frases cortas. Directas, como el mensaje. Algo torpes, incluso, como este texto. Llevo conmigo una botella con agua. Una botella con agua, unas hojas para apuntes y el libro de Richard Ford. De vez en cuando tomo un sorbo. Los diálogos en el libro me recuerdan algunas situaciones. En uno de los diálogos, un personaje cuenta que en las telenovelas que ve en televisión, los personajes se detienen en medio de la escena y saludan mirando a las cámaras, para las fechas de año nuevo, y luego siguen actuando. Copio la frase en que lo comenta en un papel, aunque nunca vuelvo a mirar esos papeles. Entonces compro pasaje. Para la tarde del lunes, compré, para dar tiempo de preparar algo. Voy con mi hijo, como en los últimos años, aunque este verano quiero intentar otro viaje solo. Cundo vuelvo a casa veo que ella ha enviado otro mensaje. Dice que tal vez fue un error el mensaje anterior. Tal vez, dice. No sé dónde tengo la mochila que debo preparar. Boto el papel con las frases de Ford. Termino el libro hace cuarenta minutos y ahora escribo este texto. Me preparo un té hindú, con pimienta.

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