“No sé lo que es la naturaleza: la canto”
A. C.
Creo que fue Pessoa el que lo dijo:
la naturaleza no tiene adentro,
si no, no sería naturaleza.
Me serenan esas palabras.
O sea, me tranquiliza saberlo así:
Las piedras no piensan,
el agua no se siente exultante,
el cielo no llora,
las flores no estiran su brazos hacia nosotros.
Y es que en cierto sentido
es justamente en esa falta de voluntad propia
donde reside la profunda belleza de las cosas.
Así me parece, al menos.
La belleza de las cosas que están ahí, me refiero
y que nos satisfacen,
sin saberlo.
Porque más allá del agua,
cuya satisfacción es más
fácil de comprender,
también es cierto que nos satisfacen las piedras,
y las nubes
y la tierra
y hasta la que llamamos maleza
que se arriesga a aparecer
aunque algunos intenten arrancarla de inmediato
Me refiero a que es justamente entre esas cosas
que aprendemos a amar las cosas,
y nos damos cuenta entonces
que la interioridad del otro
(además de ser intangible para nosotros)
se encuentra sin duda sobrevalorada
y no puede ser el motivo
que fundamente aquello que llamamos
vínculos afectivos,
o amor,
u otro concepto parecido.
La naturaleza no tiene adentro,
decía Pessoa.
No tiene adentro.
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