Estaba sentado frente a un lago. Atardecía y la
temperatura era agradable. Tomaba un vaso de leche con frambuesas. Todo estaba
calmo.
Entonces un tipo llegó caminando y me hablo de
golpe.
-¿Puedes disfrutarlo? –me dijo.
Yo ni siquiera respondí.
El tipo continuó:
-No digo que sea malo, pero hay algo extraño en
todo esto, si lo piensas.
Yo miré mi vaso de leche, las ondas de agua en el
lago y hasta revisé los colores que el atardecer producía sobre el agua.
-Es como en los pájaros -continuó-. Como en el
final de los pájaros... ¿no crees?
-¿Qué pájaros?
-La película Los
pájaros, esa de Hitchcock… ¿la viste?
-Sí –confirmé.
-Pues yo te hablo del final… después de todos los
problemas, los peligros, las muertes… después de todas esas interrogantes que
te haces ante lo terrible… y resulta que simplemente los pájaros se van… y
todos se conforman con eso.
-No entiendo el punto.
-Es que es lo mismo –señaló-. O sea, nos pasa a
todos... Yo mismo, por ejemplo, hubo un tiempo en que estuve vomitando día a
día durante tres meses… cada día, en la mañana y en la noche…
-Debe haber sido terrible –comenté.
-Eso pensaba entonces… Algo terrible. Fui al médico,
cambié hábitos alimenticios, me tomé un sinnúmero de exámenes… todo eso y al
final simplemente desapareció…
-Pues qué bueno…
-¡Ni una mierda…! – exclamó-. Ya ves… ocurrió como
en Los pájaros… Y para mí fue peor
aún, porque no se trataba solo de desaparecer, sino que algo comenzó a afectarme…
era como si me faltara el vómito…
-¿Cómo…?
-Eso. Lo que dije –señaló-. Faltaba el vómito. Al
comienzo y al final del día. Es decir, me sentía extraño… como si levase un
peso extra…
-Y entonces no lo disfrutaste.
-No. Pero prefiero decir que no me engañaron…
-Como en Los pájaros.
-Exacto. Comprendiste el punto –señaló.
-…
-…
-¿Quieres leche con frambuesas? –le pregunté
entonces-. Yo mismo ordeñé la vaca.
Él no me respondió.
Pasaron unos minutos.
Las últimas luces se reflejaron en el lago.
El sol había terminado de ocultarse.
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