sábado, 17 de enero de 2015

Sin Ítaca, pero de igual forma.


Nos quedamos a dormir en un pequeño galpón que alguna vez fue parte de una iglesia. Al parecer, la iglesia la cerraron por encontrar al párroco teniendo sexo con una oveja. La oveja, por cierto, vive hoy en día en las afueras de este galpón. En el pueblo quedan apenas como cuarenta personas y ninguna en edad de tener hijos. Tienen una especie de sede social con un dominó, un ajedrez, un mazo de naipes españoles y aproximadamente veinte libros. La mayoría de los libros son clásicos y han sido sacados por casi todos los habitantes del pueblo. Así –según el listado, al menos-, todos en el pueblo habrían leído La Odisea. Por la tarde, nos reunimos unos doce en la sede social. Nos prestan la baraja de naipes, pero nos advierten que falta el siete de oros. Como supieron que soy profe de lenguaje y el mar está picado como para regresar, me dicen que aprovechemos el tiempo y les haga una prueba sobre uno de esos libros. Yo elijo, justamente, La Odisea. Ellos aceptan la elección. Una hora después, aproximadamente, son más de veinte las personas que han llegado a la sede. Todas con un lápiz y una hoja. Yo intento hacerles hablar sobre el libro, pero me exigen una prueba. Todos sabemos escribir, me dicen, ofendidos. Les dicto unas preguntas. Ellos las anotan. Luego contestan. Sorprendo a tres copiando, pero no les digo nada. Uno me pide consultar el libro. Luego otros más se suman a la petición. Finalmente, acordamos que entregaran mejor las pruebas mañana, antes del almuerzo. Yo me comprometí, asimismo, a revisarlas para la tarde. Todos quieren tener la nota y se muestran alegres. Por la noche traen chicha y tocan unas cuecas. Varios me hablan sobre Edipo rey, Ana Karenina y Madame Bovary. Me hablan de ellos como si fuesen personajes del pueblo, me refiero. Finalmente, comienzan a irse a sus casas. Mi hijo se durmió temprano hoy. Yo me quedo escribiendo este texto. Como el galpón quedó entreabierto y está lloviendo, la oveja entró y mira desde un costado, de reojo. Yo no le doy esperanzas. Tomo La Odisea para recordar algunos detalles de la historia. Poseidón se agita en la distancia y yo le pido que nos deje partir mañana. No hay Ítaca ni Penélope, pero se lo pido de igual modo. Ahora intento buscar una señal, para publicar estas palabras.

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