No tengo contradicciones.
Y si las hay son débiles.
Titubeos, más que contradicciones.
Poco más, quizá.
No sé si lo han pensado.
Yo prefiero no hacerlo.
Y es que siempre está el cansancio y el desgano.
Ese desgano que no es falta de fe, pero casi.
Sé que lo han pensado.
Sé que han llegado a establecer algunas respuestas.
Y sé, también, que eso ha originado pequeñas alegrías.
Y es que a veces reconfortan las respuestas.
Otras veces se nos clavan como imposibilidades en el órgano de la fe.
Con todo, no tengo contradicciones.
Simplemente hago mapas que registren el desvío de los días.
La inclinación de los días.
Conocimientos que aún se deben ordenar.
Conocimientos que alguien ordenó de mala forma.
¿Reconocer contradicciones?
Yo prefiero no hacerlo.
Además no tengo, por supuesto.
(O si las hay son débiles, como decía).
No es que quiera complicar las cosas.
De hecho, si le sirve a usted, le hago un resumen:
No tengo contradicciones.
El día pasó y se detuvo.
Cayeron unas gotas, pero no llovió.
Nadie se percató, pero es cierto.
Hubo alguien, incluso, que alcanzó a escuchar un trueno.
En eso creo que todos -o la mayoría- nos parecemos.
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