Los vendo porque me hacen mal. Porque ir siempre
sobre rieles no puede ser un mensaje para niños. No están usados, por cierto.
Fueron comprados para mi hijo, pero nunca se los entregué, finalmente. De
hecho, no se han sacado de la caja. En la caja sale Thomas, saliendo de la
estación, mirando de frente… ¡Pobre Thomas! Nunca ha puesto sus pies
directamente sobre la tierra. Tampoco ha entrado al mar. Es obediente, eso sí. Es
azul y tiene el número 1. Está hecho de metal. Vive en una isla y anda sobre
rieles. Entre los juguetes viene Thomas –en diversos tamaños-, y varios de sus
amigos. Incluso viene un mapa de la isla. La isla se llama Sodor, dice
el mapa. El mar que Thomas no ha tocado la bordea. En esa isla, Thomas mueve
carros de un lado otro. Los carros siempre son iguales y también tienen
nombres. Nadie sale de esa isla. Si uno se fija, de hecho, no tiene aeropuerto
y los pequeños muelles que aparecen en el mapa solo comercian entre ellos…
¡Pobre Thomas! Si un día arma sindicato y pide vacaciones no podrá alejarse del
trabajo. Por eso vendo estos juguetes. Porque los rieles me recuerdan esos
juegos que adormecen. ¡Pobre Thomas…! Ojalá descarrile. Ojalá quede volteado,
pero vivo botado sobre el césped. Que se llene de bichos, de musgo… de cosas
vivas...
Dicho esto… ¡olvídense de la venta…! Mejor lo haré
descarrilar en la nieve, en el agua, en lo alto de una montaña…
Nada de rieles, Thomas…
Nada de horarios preestablecidos
Conviértete de verdad, en un juguete para niños.
linda entrada! espero thomas encontrara el agua, la tierra y el musgo
ResponderEliminarGracias. Saludos...
ResponderEliminarhasta aquí me van gustando los relatos?
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