-No veo nada malo en servir cafés -me dijo.
Yo asentí.
-En el futuro no hay cafés… -agregó-. La cafeína se
vende como energizante en pastillas, pero no hay café… no hay tiempo para hacer
café…
-¿Qué futuro? –pregunté.
-El futuro, ya sabes… es lo que alguien te dice que
ya pasó, pero aun no pasa… ¿no vendrás tú de ahí, cierto?
-Eh… no… ¿de dónde?
-Del futuro… ¿no eres tú el que viene a protegerme?
-No… no creo…
-Es que yo me avisé, desde el futuro… vendrán por
mí, me enamoraré, tendré un hijo… también viene una máquina a matarme… yo me
anticipé y me vine a ver, hace unos días… yo debo hacer café… vivir mi vida.
-Eh… sí… suena bien.
-¿Qué cosa?
-No sé… lo que dices… tu futuro incluso…
-No quiero ese futuro. Quiero servir cafés… siempre
los huelo antes de entregarlos… me gusta el aroma… debo preservar eso, en el
futuro…
-Pero te enamoras… tienes un hijo…
-Esa no soy yo –interrumpió, molesta-. Yo sirvo
cafés. No me enamoro. Esa soy yo.
-Entiendo…
-No lo creo… quizás sí vienes del futuro… yo debo
enamorarme de ti y…
-Te equivocas, yo…
-¡Vienes a matarme…! –gritó-. Quieres ganarte mi
confianza y luego matarme… eres un T 800 y…
-Soy Vian –le dije-. Y el café está excelente…
-Gracias… -agregó, calmándose-. ¿Dijiste que te
llamas…?
-Vian.
-¡¿Tú eres Vian…?!
-Eh… sí… pero no creo que me conozcas, yo…
-Mi yo del futuro me habló de ti –siguió-. Dijo que
la escondiste en una biblioteca…. Que viajó desde ahí…
-¿Una biblioteca?
-Sí, una biblioteca gigante, yo viajé desde ahí…
¿habrás sido tú…? O, sea… ¿serás tú…?
-Pues no sé… ¿te dijo si estaba la biblioteca
ordenada?
-Dijo que era un desastre… que daba la impresión de
un ser gigante, uno vivo, y disperso…
-Mmm… pues parece que era yo…
-¡Qué fantástico… no crees…! Oye… a todo esto… ¿ya
tienes la biblioteca?
-Pues sí… creo que sí, aunque intento ordenarla.
-¿Y puedo…?
-¿Ordenarla? No. Es una labor mía, yo…
-No, no me refiero a eso… yo quería preguntarte si
puedo esconderme… si llega el T-800, claro… o el hombre ese del que me tengo
que enamorar y…
-Eh… bueno… sí, cuando quieras…
-Pues excelente, entonces… ¿puedo hacer algo por
ti, Vian… para compensar?
-No… no te preocupes, o sea… ¿no te dijo nada más
sobre mí, en el futuro?
-¿No me dijo más quién?
-Tú, tú misma…
-Ah… es que lo dijiste raro… pero la verdad es que
no puse mucha atención… me fijé más en la amenaza de perder mi vida… disculpa.
-No, no hay problema… quizá sea mejor así…
-¿Puedo preguntarte algo yo también Vian?
-Eh, sí… claro.
-¿Te gusta tu vida?
-¿Mi vida?
-Sí… ¿te gusta tu vida…?
Entonces, justo cuando ella acabó la frase, un
hombre que había entrado a la cafetería le preguntó si era ella Sarah Connor.
Y claro… yo salí de la historia, en ese instante.
Que contrariedad. Podría haber llegado algo más tarde.
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