domingo, 17 de noviembre de 2013

Encontrar la caja negra.


Escarbo en los recuerdos, en los pequeños objetos, en los residuos… Escarbo en todo aquello hasta encontrar la caja negra. El objeto que revelará el fallo… la causa del error, del accidente, el porqué de la caída.

Y es que en esa caja ha de estar todo. Desde el útero, espero. La constancia del funcionamiento, las pequeñas alteraciones, el mapa de nuestros pasos, me refiero. Todo aquello que permite rastrear nuestro accidente… nuestro fallo.

Con todo, lo que busco no es una respuesta concreta. Es decir, no anhelo corrección, sino comprensión de lo ocurrido. Abrazar al fallo. Mirarme tropezar mientras sonrío... Aceptar con afecto mis errores.

Y es que debiésemos tener derecho a eso, al menos. Rastrearnos. Reconocer la parte que en uno primero se hizo trizas… Observarse... Tomar notas.

Así, finalmente, quiero pensar que es posible incluso llegar a la caja negra de nuestras sensaciones… No de manera específica, por supuesto, sino a través de una caja negra quién sabe si hecha también de sensaciones… o de sensaciones primarias, como los colores...

Piense usted en el corazón, si quiere, o hasta en la memoria… pero yo aspiro a algo un poco más seguro que todo aquello… cercano a una verdad más ajena a nosotros… Una caja negra que es parte de nosotros, pero a la vez nos sobrevive…

¿Ya adivina...?

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