Ibas a ser un gran escritor.
Uno de los mejores.
Tenías el talento.
La técnica.
Y hasta entendías cuál era el verdadero centro.
Pero te extraviaste.
Intentaste volver a un lugar desde el que no habías salido.
Y escribiste como si hacerlo, fuese algo distinto a tener que respirar.
Es decir, escribiste como si pudieses dejar de hacerlo.
Pues bien, ahora te recomiendo una cosa: deja de hacerlo.
No se te ocurra volver a hacerlo.
No mientras no recuerdes qué existe a ambos extremos del texto.
No mientras pienses que el texto es más importante que la voz de los
otros.
No mientras te impida ser menos importante que los demás.
Recuérdalo:
No lo hagas.
No lo intentes.
Cuenta simplemente la anécdota…
Ibas a ser un gran escritor.
Déjalo en eso.
No lo ensucies más.
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