Se esconden entre tus ropas
los amigos imaginarios.
No se van.
Se aferran a tu piel,
te rasguñan
por dentro.
Juegan a que creas
que se han ido.
Esperan por ti,
cuando duermes.
Mastican y expulsan
trocitos pequeños
de ti.
Te cortan
como papel filoso.
Por ellos, envejeces.
Cambian de forma,
se dividen,
adoptan existencias extrañas.
Casas viejas.
Pasillos de madera.
Y hasta tocan tu piel
en los sueños.
¡Pobres amigos imaginarios…!
Atacan por miedo
como perros hambrientos.
Se paran junto a ti
en los sueños más oscuros.
Tú los has visto.
Puedes recordarlos.
El calvo está enfermo
y teme a los cuchillos.
También hay uno pequeño
que a veces encuentras
junto a ti
El cuarto trasero de la casa,
oscuro,
está repleto de ellos.
Te invitan a ir.
No saben recibirte.
También tienen miedo.
Caen en sí mismos.
Pisan su propia piel.
O aceptan que tu corazón
ya no los necesita.
Por ellos envejeces.
Mira sus ojos.
Llámalos.
Saldrán del sueño.
De la oscuridad.
Escucharás su voz.
No estamos listos para ellos, pensamos
y quizá es cierto…
Pero te están comiendo.
Ahora mismo están ahí,
puedes verlos si tú quieres.
Sabes que es cierto.
No es un juego.
Ellos te llevan a la muerte.
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