viernes, 22 de noviembre de 2013

La inconclusa.


I.

Érase una vez una niña a la que le gustaban los cuentos y las conversaciones inconclusas.

Todos los que la conocían sabían sus características, pero lo cierto es que nadie se hacía mayor problema con aquello.

Era un mal apodo, sin duda, pero algunos le llamaban la inconclusa.

Y es que ella comenzaba a hablar sin previo aviso, de temas que nunca quedaban explicados del todo… y luego ya no había cómo hacerla volver.

-Es como con el cigarro –me dijo un día-, siempre se quema por un solo lado.

-¿Por un solo lado? –pregunté yo.

-Sí, por uno solo –aclaró ella, antes de callar.

No entendí de qué me hablaba.

Esa fue mi primera conversación con la inconclusa.


II.

Otro día ella llegó en bicicleta.

Yo venía de comprar pan, y pasaba junto a una plaza.

-¿Ves ese hombre que está allá? –me preguntó esa vez, indicando a un tipo que paseaba a un perro.

Yo asentí.

-Adentro de ese hombre hay una galleta de la fortuna… -agregó.

-¿Cómo esas de los chinos? –pregunté.

-Sí… como esas.

-¿Y qué tiene adentro?

-Una galleta de la fortuna.

-No me refiero al hombre, sino a la galleta de la fortuna… ¿qué tiene adentro?

-Una galleta de la fortuna –repitió, molesta.

Luego, sin despedirse, se fue en la dirección que venía.


III.

Creo que no lo dije antes, pero yo fui profesor de esa niña.

Había repetido alguna vez y sus redacciones eran extrañas, pero lo cierto es que sobrevivía en el curso sin tantos problemas.

Le gustaba leer cuentos, como ya dije, y una vez me di cuenta que nunca leía los finales.

No le exigí razones, por cierto.

Cuando dejé de trabajar en el colegio donde ella estudiaba me entregó una carta, igual que otros compañeros.

A diferencia de los otros, sin embargo, la carta de ella tenía dos finales.

Me negué a leerlos, esa vez, por cariño.


IV.

Pasaron años y cada cierto tiempo cruzamos palabras, en la calle.

De todas formas, son extrañas las informaciones que podrían resumir lo que hablamos en estos encuentros.

Por ejemplo, sé que estudia, pero no sé qué.

Asimismo, sé que le gusta el té de frutas, pero no sé cuáles.

Por último, sé que es inconcusa, pero no sé para qué.

Con todo, me gustaría pensar que la vida es más hermosa, de esa forma.

Probablemente me equivoco.

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