miércoles, 20 de noviembre de 2013

Casas que no se caen.


I.

Escuché al lobo amenazar a los cerditos. No hay casa que no se caiga, gritaba. Los cerditos no hicieron caso. Confiaron en la paja, en la madera y en el ladrillo. Todo se vino abajo. Por último, se refugiaron en una iglesia.

Era el hogar del lobo.


II.

En lo alto de la cordillera persisten cuatro casas. Todos se han ido de lugar pues antes trabajaban en una pequeña mina. Así, solo quedaron las cuatro casas. Desde lejos parecen una pequeña villa, pero lo cierto es que están vacías. Mientras me acercaba, incluso, dudaba si llamarlas o no, bajo ese término. Finalmente, tras una breve votación, decidimos derribarlas. Botamos una, quemamos las otras tres. Nos dolía el pecho, mientras lo hacíamos. Meses después volvimos al lugar. Las casas estaban de pie. El pecho seguía extraño. Llovía.


III.

Dicen que el hombre es una casa. Pero no habita nadie en el hombre. Además el hombre es endeble y sus materiales son ligeros. Así, una lluvia persistente puede terminar por derribarlo.

Eso señalan los expertos.


IV.

No fue el lobo quien derribó las casas. Eso dijo el agente de seguros, a los cerditos. Él solo esperó a que se vinieran abajo. Y la espera tuvo éxito. El lobo caminó sobre los restos e intentó comprender los deseos de los hombres.


V.

La última vez que vi esas cuatro casas, en la cordillera, merodeaban unos cerdos. Uno los ve inofensivos, pero me advirtieron sobre ellos. Es preferible que te encuentres con el lobo, me dijeron. Yo los observé de lejos y vi que uno entraba por una puerta dañada, a una de las casas. Todo estaba en silencio. Fue entonces que comenzó a llover.


VI.

La gente se siente segura en sus casas, cuando llueve. La mayoría de la gente, al menos. Prefieren las casas sólidas y espaciosas y se quedan en ellas. Si no dejase de llover, pienso, quién sabe si saldrían. Con todo, igual resulta peligroso. En la cordillera, por ejemplo, específicamente en cuatro casas semi abandonadas, unos cerdos irrumpieron y se comieron a unos jóvenes que habían buscado refugio.

Solo uno se salvó por preferir caminar bajo la lluvia.

Años después, fue con familiares de sus amigos muertos, a derribar y quemar aquellas casas.

Mientras los hacían, se escuchó aullar un lobo.

Llovía.

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