martes, 25 de junio de 2013

Vian & la buchaca fantasma.


Jugábamos pool con unos amigos. El local estaba repleto. Habíamos esperado largo rato para comenza y ahora estábamos preocupados pues no dejaban de mirarnos y cometíamos un error tras otro.

-Yo me voy apenas terminemos esta mesa… -dijo J.

-Sí… la hueá es incómoda –dijimos los demás.

Así, tras terminar la partida, extrajimos las bolas de las buchacas y nos preparamos para llevarlas hasta el mesón de pago, donde había que entregarlas.

Sin embargo, para sorpresa nuestra, al guardar las bolas nos dimos cuenta que faltaba una de ellas.

-Todas menos la 9 –señalé yo.

Los otros lo comprobaron.

No había forma de que hubiese desaparecido.

-La mesa es superficie y buchacas, nada más… -dijo F.

-Si hubiese caído fuera habría sonado fuerte… -dijo J.

Las observaciones eran ciertas, claramente.

No obstante, para evitar el momento de la devolución y retardar un poco el proceso, decidimos jugar otra partida.

Entonces, casi una hora después de esa decisión volvimos a guardar las bolas, y confirmamos que en esta oportunidad habían desaparecido otras 2 bolas.

-Ahora faltan la 3 y la 11 –dijo L.

-¡Chucha! –exclamó J.

Fue en ese instante, movido quien sabe por qué tipo de revelación mística, que F afirmó:

-Aquí hay una buchaca fantasma.

Todos nos miramos.

Y claro… creo que de cierta forma, todos sentimos que era cierto.

Con todo, nos sentimos tan extraños que, tácitamente, decidimos volver a jugar.

En esa oportunidad, por cierto, desapareció también la bola 6, y la 12.

-¿Qué hacemos? –preguntó L.

-No sé –dijo F.

-Ni mierda –dije yo.

Entonces, nos volteamos para ver qué decía J, y descubrimos que no estaba.

-¡La buchaca fantasma! –insistió F, con voz gutural.

L y yo permanecimos en silencio.

Cerré los ojos para concentrarme.

Analicé la situación.

No llegaba a conclusiones claras.

Fue entonces que F me tocó el hombro.

-Vian -me dijo-, L tampoco está.

Abrí los ojos y lo comprobé.

De hecho, pude observar que alrededor nuestro, también había disminuido notoriamente la cantidad de personas.

Se lo comenté a F.

Él no contestó.

No quise buscarlo, lo di por perdido, simplemente.

Como no sabía qué hacer volví a cerrar los ojos, simplemente.

Al menos no duele, pensé.

Me despedí interiormente de todo cuanto recordaba, por pequeño que fuera.

Adiós caja de fósforos comprada en Praga, pensé.

Era como ahogarse suavecito.

Era como esconderse bajo las sábanas.

El mundo era devorado por la buchaca fantasma.

-Si esto lo quisiera contar –dije para mí, finalmente-, estoy seguro que hasta las palabras faltarían…

Por ejemplo, justo cuando estuviera cerca del final, y hasta yo hubiese comenzado a desaparecer (una mano, un ojo, para empezar), quizá ocurrirí 

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