domingo, 9 de junio de 2013

El desahogo del buen pastor.

"¿Qué es lo que falta
cuando no nos falta nada?"


¡Qué buen pastor ni qué mierda…! ¡Me cago en eso del buen pastor…! Y es que es cierto: el Señor me hizo yacer en verdes praderas… Dijo que era un premio a mi constancia, a mi esfuerzo… pero no advirtió lo otro… No habló del adormecimiento… No dijo que su amor era un sedante… No dijo que el sentido se desvanecería, hasta dejarme en esto… Es decir… es cierto, cumplió lo prometido: me alimentó, me cuidó, me rodeó de cosas apacibles e hizo que nada me faltase… ¡pero qué mierda…! Engordé 40 kilos y olvidé hasta mi nombre… No sé si estoy vivo o estoy muerto… Olvidé ya qué era el frío, o el hambre… Olvidé si tuve mujer o hijos… Olvidé el sentido… ¡Ese fue el premio del Señor…! ¡Me robó hasta el grito…! Mi consciencia se pierde antes de llegar a mi boca… a mi cuerpo inmóvil… Todo está sedado salvo mi rabia… Suena un río, el pasto crece, el clima es agradable… pero no me advirtieron esto… Por suerte está este chico… Vian, creo que se llama. Pasa cada noche y me despierta. A veces con cosquillas, a veces un golpe en el hombro… a veces hasta un escupo en el rostro. No sé por qué lo hace, pero igual se lo agradezco… Es decir, él no sabe, pero intuye quizá sobre esto que me hicieron… Sabe el daño que me hicieron… A veces pienso que él espera que yo haga algo más… Que me ponga de pies, que descosa mi boca… pero no alcanzo a llegar a aquello. Apenas soy un ojo. Un ojo que lo ve llegar y moverse por el lugar como si tampoco él se atreviese a un nuevo paso. No sé qué espera. Quizá me espera a mí. Mi ojo se lo pregunta y lo autoriza a que tome mi rabia, a que sea mi voz, pero él parece hacerlo con desgano… o con energía contenida… ¡Qué buen pastor ni qué mierda…! Dice mi ojo. La verdadera voz de Vian, debe sonar como un trueno.

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