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Mientras recogía unos libros que estaban en un rincón del dormitorio me encuentro con un topo. Igualito a los caricaturizados en programas infantiles, solo que más feo y con una apariencia que llega incluso a intimidar, cuando te lo encuentras así, de sorpresa, y en el lugar menos indicado.
-¡Qué mierda….! –exclamé con sorpresa-. ¡Un topo…!
-¿Un topo? –dijo el topo.
Y es como un loro, pensé, si hasta repite lo que yo digo.
-¿Soy un topo? –insistió entonces el animal-. ¿Podrías decirme si soy un topo?
-¡¿Y hablas…?! –grité, sorprendido.
-¿No debo hablar? –preguntó entonces, intentando abrir los ojos.
-¡Claro que no…! No debieras, al menos…
-¿Por qué no?
-Porque eres un topo…
-¿Entonces sí soy un topo?
-Sí… -le dije-, claro que sí, pero…
-¿Qué sucede?
-Que los topos no hablan… es decir, tú no debieras hablar…
-¿Entonces no soy un topo?
-Claro que lo eres, es solo que no debieras hablar y…
-Pero si hablo quizá no sea un topo, a lo mejor te confundes.
-¿Y acaso tú no sabes quién eres? –le dije, algo molesto, por la situación.
-Nadie sabe –contestó.
-¿Cómo nadie?
-Nadie. Ni yo ni los otros, por eso me enviaron…
-Espera, ¿de qué me estás hablando?
-De los otros, de los que vivimos bajo tierra… es que ninguno sabe muy bien quién es…
-Pero, ¿son cómo tú?
-¿Cómo…?
-En apariencia, me refiero, ¿son parecidos a ti…?
-No lo sé, es que abajo está oscuro… pero yo creo que sí, al menos hacemos las mismas cosas…
-Pues entonces son topos –le dije, para zanjar el asunto y calmar un poco las cosas-. Voy a abrir una cerveza, ¿quieres una…?
-¿Qué es una cerveza?
-¿No has escuchado nunca hablar de la cerveza?
-No… ¿sirve para saber quién es uno?
-Mmm… la mayoría dice que no… -reflexioné-, pero a mí me ayuda.
-Entonces dame un poco, por favor.
Fui entonces por un par de cervezas y le puse un poco en un cuenco. Luego supongo que me tranquilicé un poco, y acepté la situación sin darle más vueltas. Aunque seguía interesado por su visita.
-¿Y tú dices que te enviaron los otros para saber quiénes son?
-Sí –contestó-. Abajo está oscuro y queremos saber… apenas nos reconocemos por lo que tocamos y casi todo nos resulta lo mismo…
-Entonces quiere decir que son físicamente parecidos…
-Quizá, o a lo mejor estoy solo y los otros son también otros yo que se preguntan lo mismo…
-¿No crees que le estás dando muchas vueltas a las cosas?
-…
-Me refiero a que están bien, ustedes, allá abajo… ¿es tan necesario salir para averiguar aquello?
-¿Si es necesario salir de dónde uno está para saber quién es uno? –preguntó el topo.
-Sí… es decir, sé que es importante, pero uno debiera tener las herramientas para saber quién es uno… supongo…
-¿Aunque sea en la oscuridad?
-Sí…
-¿Y aunque no haya caminos y para avanzar debas hacerte los caminos tú mismo…? –me dijo, con un tono que revelaba cierta molestia.
-Pues sí… y no te lo digo para que te enojes, o algo… es solo que los topos están bajo tierra y prácticamente nunca salen a la superficie…
-¿O sea que para ser quién soy debo permanecer bajo tierra, y si salgo a averiguar quién soy dejo de ser yo…? ¿No te parece injusto?
-Mmm… quizá un poco, pero yo no tengo la culpa de eso…
-¡¿Cómo que no la tienes?!
-…
-¿Acaso no eres Dios? ¿Acaso no eres tú quien nos creaste y pusiste en nosotros estas peguntas…?
-Espera –lo interrumpí-. Yo no soy ningún Dios…
-¿No…?
-Claro que no… yo solo vivo aquí, entre mis libros… tú pudiste salir en cualquier lado, y encontrarte con cualquier otro…
-¿Pero acaso no se dice que Dios vive arriba de nosotros?
-Pues sí, eso se dice…
-¿Y cómo se hace para llegar hasta allá…?
-¿Hasta arriba…? Pues no sé bien… es que sabes, para ser sincero, los hombres, hemos llegado bastante arriba… y no hay señales…
-¿No hay Dios?
-No dije eso… solo digo que no hemos visto nada concreto…
-¿Pero entonces cómo saben quiénes son…?
-Eh… no sé… pero a veces es mejor no preguntar.
-¿No…? ¿Y qué pasa si los topos son ustedes?
-¿Y los hombres ustedes?
-Da lo mismo quiénes somos nosotros… lo que no me explico es cómo ustedes están tan seguros y tranquilos, y no se preguntan estas cosas…
-Hasta hace un rato no te daba lo mismo quiénes eran…
-Ahora tampoco, pero el caso es que tú no puedes decírmelo… no eres Dios…
-Pero sé que eres un topo…
-Pues no sé si creerte, tú dijiste que los topos no hablan y no salen a la superficie…
-Es que a lo mejor tú no eres “un topo”, sino que eres “el topo”…
-¿Cómo es eso…?
-Que tal vez tú seas algo así como la excepción dentro de la generalidad…
-¿Qué generalidad?
-La de los topos, claro…
-Mmm… no entiendo eso…
-Que a lo mejor tú, siendo un topo y no sabiéndolo, pasas a ser la excepción que busca saber quién es para confirmar su especie…
-¿O sea que según tú yo soy algo así como el “mesías topo”…? –preguntó irónico.
-No lo digo para que te molestes, es solo que no tengo más respuestas que ofrecerte…
-Ni respuestas para ti tampoco, supongo…
-Pues no, supongo que no… -contesté, vaciando la segunda cerveza.
El topo entonces guardó silencio un rato, y se dio media vuelta, ocultándome el rostro.
Yo, mientras, aproveché que no estaba mirando y me tomé el poco de cerveza que le había vaciado en el cuenco.
-Es mejor que regrese –dijo entonces el topo.
-¿Vuelves donde los otros?
-Sí. Gracias por escucharme, al menos…
-Pero… ¿qué les vas a decir?
-¿A los otros?
-Sí…
-No sé… supongo que les diré que me encontré con Dios… no sé… quizá trate de inventar algo que les permita continuar viviendo y cavando, día a día…
-Pero y tú…
-¿Yo qué? –me dijo el topo, volteándose-. ¿Acaso te importa?
Entonces me fijé que el animalito estaba llorando, y que gruesas lágrimas caían de sus pequeños ojos, que seguían esforzándose por ver aquí afuera.
-Yo… -intenté decir, pero no pude.
Él, en cambio, levantó con seriedad una de sus patitas a modo de despedida y se metió nuevamente al hoyo, por donde había llegado, y luego desapareció.
Han pasado unas horas desde entonces.
Mis libros siguen aquí, en torno mío… y claro, aunque suene obvio y no sea un buen final, debo admitir que me abruma la vergüenza. Lo suficiente al menos como para sentirme un animal pequeño, ciego y sin lenguaje… y no querer adornar este escrito con una reflexión importante y vacía que no debiese pronunciar.
Me retiro, por lo tanto, en silencio.
Y guardo, con cuidado, la moraleja. Para no ensuciarla más.
-¡Qué mierda….! –exclamé con sorpresa-. ¡Un topo…!
-¿Un topo? –dijo el topo.
Y es como un loro, pensé, si hasta repite lo que yo digo.
-¿Soy un topo? –insistió entonces el animal-. ¿Podrías decirme si soy un topo?
-¡¿Y hablas…?! –grité, sorprendido.
-¿No debo hablar? –preguntó entonces, intentando abrir los ojos.
-¡Claro que no…! No debieras, al menos…
-¿Por qué no?
-Porque eres un topo…
-¿Entonces sí soy un topo?
-Sí… -le dije-, claro que sí, pero…
-¿Qué sucede?
-Que los topos no hablan… es decir, tú no debieras hablar…
-¿Entonces no soy un topo?
-Claro que lo eres, es solo que no debieras hablar y…
-Pero si hablo quizá no sea un topo, a lo mejor te confundes.
-¿Y acaso tú no sabes quién eres? –le dije, algo molesto, por la situación.
-Nadie sabe –contestó.
-¿Cómo nadie?
-Nadie. Ni yo ni los otros, por eso me enviaron…
-Espera, ¿de qué me estás hablando?
-De los otros, de los que vivimos bajo tierra… es que ninguno sabe muy bien quién es…
-Pero, ¿son cómo tú?
-¿Cómo…?
-En apariencia, me refiero, ¿son parecidos a ti…?
-No lo sé, es que abajo está oscuro… pero yo creo que sí, al menos hacemos las mismas cosas…
-Pues entonces son topos –le dije, para zanjar el asunto y calmar un poco las cosas-. Voy a abrir una cerveza, ¿quieres una…?
-¿Qué es una cerveza?
-¿No has escuchado nunca hablar de la cerveza?
-No… ¿sirve para saber quién es uno?
-Mmm… la mayoría dice que no… -reflexioné-, pero a mí me ayuda.
-Entonces dame un poco, por favor.
Fui entonces por un par de cervezas y le puse un poco en un cuenco. Luego supongo que me tranquilicé un poco, y acepté la situación sin darle más vueltas. Aunque seguía interesado por su visita.
-¿Y tú dices que te enviaron los otros para saber quiénes son?
-Sí –contestó-. Abajo está oscuro y queremos saber… apenas nos reconocemos por lo que tocamos y casi todo nos resulta lo mismo…
-Entonces quiere decir que son físicamente parecidos…
-Quizá, o a lo mejor estoy solo y los otros son también otros yo que se preguntan lo mismo…
-¿No crees que le estás dando muchas vueltas a las cosas?
-…
-Me refiero a que están bien, ustedes, allá abajo… ¿es tan necesario salir para averiguar aquello?
-¿Si es necesario salir de dónde uno está para saber quién es uno? –preguntó el topo.
-Sí… es decir, sé que es importante, pero uno debiera tener las herramientas para saber quién es uno… supongo…
-¿Aunque sea en la oscuridad?
-Sí…
-¿Y aunque no haya caminos y para avanzar debas hacerte los caminos tú mismo…? –me dijo, con un tono que revelaba cierta molestia.
-Pues sí… y no te lo digo para que te enojes, o algo… es solo que los topos están bajo tierra y prácticamente nunca salen a la superficie…
-¿O sea que para ser quién soy debo permanecer bajo tierra, y si salgo a averiguar quién soy dejo de ser yo…? ¿No te parece injusto?
-Mmm… quizá un poco, pero yo no tengo la culpa de eso…
-¡¿Cómo que no la tienes?!
-…
-¿Acaso no eres Dios? ¿Acaso no eres tú quien nos creaste y pusiste en nosotros estas peguntas…?
-Espera –lo interrumpí-. Yo no soy ningún Dios…
-¿No…?
-Claro que no… yo solo vivo aquí, entre mis libros… tú pudiste salir en cualquier lado, y encontrarte con cualquier otro…
-¿Pero acaso no se dice que Dios vive arriba de nosotros?
-Pues sí, eso se dice…
-¿Y cómo se hace para llegar hasta allá…?
-¿Hasta arriba…? Pues no sé bien… es que sabes, para ser sincero, los hombres, hemos llegado bastante arriba… y no hay señales…
-¿No hay Dios?
-No dije eso… solo digo que no hemos visto nada concreto…
-¿Pero entonces cómo saben quiénes son…?
-Eh… no sé… pero a veces es mejor no preguntar.
-¿No…? ¿Y qué pasa si los topos son ustedes?
-¿Y los hombres ustedes?
-Da lo mismo quiénes somos nosotros… lo que no me explico es cómo ustedes están tan seguros y tranquilos, y no se preguntan estas cosas…
-Hasta hace un rato no te daba lo mismo quiénes eran…
-Ahora tampoco, pero el caso es que tú no puedes decírmelo… no eres Dios…
-Pero sé que eres un topo…
-Pues no sé si creerte, tú dijiste que los topos no hablan y no salen a la superficie…
-Es que a lo mejor tú no eres “un topo”, sino que eres “el topo”…
-¿Cómo es eso…?
-Que tal vez tú seas algo así como la excepción dentro de la generalidad…
-¿Qué generalidad?
-La de los topos, claro…
-Mmm… no entiendo eso…
-Que a lo mejor tú, siendo un topo y no sabiéndolo, pasas a ser la excepción que busca saber quién es para confirmar su especie…
-¿O sea que según tú yo soy algo así como el “mesías topo”…? –preguntó irónico.
-No lo digo para que te molestes, es solo que no tengo más respuestas que ofrecerte…
-Ni respuestas para ti tampoco, supongo…
-Pues no, supongo que no… -contesté, vaciando la segunda cerveza.
El topo entonces guardó silencio un rato, y se dio media vuelta, ocultándome el rostro.
Yo, mientras, aproveché que no estaba mirando y me tomé el poco de cerveza que le había vaciado en el cuenco.
-Es mejor que regrese –dijo entonces el topo.
-¿Vuelves donde los otros?
-Sí. Gracias por escucharme, al menos…
-Pero… ¿qué les vas a decir?
-¿A los otros?
-Sí…
-No sé… supongo que les diré que me encontré con Dios… no sé… quizá trate de inventar algo que les permita continuar viviendo y cavando, día a día…
-Pero y tú…
-¿Yo qué? –me dijo el topo, volteándose-. ¿Acaso te importa?
Entonces me fijé que el animalito estaba llorando, y que gruesas lágrimas caían de sus pequeños ojos, que seguían esforzándose por ver aquí afuera.
-Yo… -intenté decir, pero no pude.
Él, en cambio, levantó con seriedad una de sus patitas a modo de despedida y se metió nuevamente al hoyo, por donde había llegado, y luego desapareció.
Han pasado unas horas desde entonces.
Mis libros siguen aquí, en torno mío… y claro, aunque suene obvio y no sea un buen final, debo admitir que me abruma la vergüenza. Lo suficiente al menos como para sentirme un animal pequeño, ciego y sin lenguaje… y no querer adornar este escrito con una reflexión importante y vacía que no debiese pronunciar.
Me retiro, por lo tanto, en silencio.
Y guardo, con cuidado, la moraleja. Para no ensuciarla más.
Comencé a leer con una sonrisa, luego a punto de terminar, casi me asoma una lágrima, pero me voy con una buena carga de ternura...
ResponderEliminarHasta cada rato.
Sí, hasta después... :)
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