jueves, 16 de junio de 2011

El sueño de la razón, según Kant.

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“Es principio esencial de todo uso de nuestra razón
el llevar su conocimiento hasta la consciencia de su necesidad”
Kant, Fundamentación a la metafísica de las costumbres.
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I.

Le acercamos el alimento a la Razón
y ésta abre la boca, hambrienta,
pero claro,
aplazamos la satisfacción de la Razón
y retiramos el alimento
justo antes que la razón compruebe
y satisfaga
sus ansias de experimentar
el concepto.


II.

Sin el requisito
de ordenar aquellas impresiones
recogidas por los sentidos,
la realidad sería algo así
como una lluvia de challas,
pero claro,
alguien tiene la voluntad necesaria
para que la mente juegue
a estar viva,
y lo primero que ésta hace
es crear compartimientos
metafísicos
donde no pueden almacenarse
los alimentos necesarios:

La despensa de la Razón está vacía.


III.

Dispongo por tanto, frente a la razón,
un plato de arroz
con un jugoso trozo de carne
recién horneado.

No es que quiera congraciarme,
ni que le tenga afecto
ni lástima,
pero algo hay en ella
que me invita a ser amable
y consentirla.

“1612 granos de arroz”,
dice entonces la Razón,
e intenta colocar
el jugoso trozo de carne
recién horneado,
sobre un punto blanco
que ha descubierto en su pecho.


IV.

La razón tiene una tía
que se llama Antinomia.

A veces Razón la visita
y sospecha que en verdad
se trata de dos tías.

Para resolver sus sospechas
un día la razón,
miró largamente y en detalle
a aquella a quien visitaba.

Inquieta, decidió entonces
dar un pequeño pinchazo a su tía,
y descubrir si la impresión de un otro revelaba
algo que la impresión propia
era incapaz de registrar.

Sin embargo,
una primera tía
reventó como un globo
al primer pinchazo.

Luego,
una segunda,
repitió el proceso de manera tal
que no supo distinguir la Razón
si se trataba realmente de un fenómeno
distinto al primero,
o si era el mismo.


V.

La razón se olvida de comer
pues se queda pensando
frente al plato servido
en el hambre que tiene.

Y claro,
sucede entonces
que el alimento se enfría,
y la Razón se queda mirando el blanco
con un rifle entre sus manos,
y no sabe apuntar a nada
que esté fuera de sí misma.

Por último,
nerviosa,
la Razón comienza a masticar
sus propias uñas,
que vuelven,
inmediatamente,
a crecer.


VI.

La Razón a veces sueña
que es un huevo.

Y siente,
cuando sueña,
que es un huevo.

Sin embargo,
la Razón está limitada
y no llega a conocer nunca
la necesidad que impulsa su sueño.

Y el huevo se quiebra,
sin razón.

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