"Las feridas que se reciben en las batallas
antes dan honra que la quitan, querido Sancho...."
antes dan honra que la quitan, querido Sancho...."
Destos parajes y de otros, allende la biblioteca, cuéntase que el dignísimo caballero de Vian supo recorrer palmo a palmo en busca de lo inencontrado en otros sitios.
Pero acabóse la superficie yerta y clara y viose entonces el caballero ingresar en la espesura y oscuridad propia desos espacios desahuciados, que de Dios no han escuchado más que el alegato injurioso de los olvidados y alejados que deste han sido.
-Deste sitio es posible salir malherido –quejóse-, pues todos los trances que la falta de caminos produce han venido aquí a dar fruto, y a saberse: de amargor profundo y carentes de fermosura.
En esto, alzó los ojos y sintió como si una voz hubiese fablado en un idioma secreto, y lo mesmo percibió de las cosas antaño naturales, pero ahora alborotadas de las que ya no era bien de fiar.
-Si has de venir, avente pronto y no demores, pues bien está preparada la empresa de mi espíritu para combatir cualquier designio –lanzó.
Y fue así cuando de la espesura brotó injuriosa la figura de una vaca negra, diríase de oscuro brillante, si imaginarse pudiera un sol que arroje su luminosidad negra sobre esos rincones del paraje, que casi nunca es físico.
-Vuestra merced prepárese a fenecer por indiscreción y falta de costumbres –habló la vaca- no te alborotes y presta paciencia a lo que el suceder te avecina.
Callaba Vian ante la bovina presencia y sus augurios daban vuelta en sus oídos taladrando hasta llegar al hombre negro que dormita al interior del hombre amanecido, y pidióle consejo para tan extraña ventura.
Y ocurrióle a Vian sospechar que en sus alforjas una respuesta podía ocultarse, y buscó entre libros, inquieto, mientras la vaca se acercaba a dar cumplimiento a su amenaza; desta forma, mientras mugía, la voz secreta del animal que no era Vian, acompañábase del lenguaje secreto que le era dado entender al caballero, sin razón aparente, ni escondida.
-De caballeros metafísicos no me temo –decíale-, ni de muerte ni de castigo ni de palabras allende los significados oscuros que ya contengo, y de mi oscuridad poco tengo que justificarme salvo de su afán de engullir que le es propio, y que mes propio desde que su negrura me resulta también perteneciente.
En tanto, Vian apresurábase a sacar de las mencionadas alforjas aquello quel instinto le pedía que encontrase, dando así con un pequeño trozo de carne que parecía viviente, y que tras verlo en detalle, lo consideró vestido y similar a su propia apariencia.
La oscura vaca fijóse entonces en el alumbramiento de Vian y temió del nacimiento del laberinto que es negrura desigual y ajena al mesmo tiempo, y retrocedió un paso, si la exactitud me es propia.
-Guárdate de aquello que es como tú y que desconoces –lo reprendió la vaca negra, mientras sus patas se doblaban y el alma parecía tornársele en hierro, haciéndole venir a tierra pues su interioridad oscura había de pronto adquirido un peso que se apreciaba insostenible.
-No es bueno que el hombre esté en un caso como el que te es presente –continuó hablando el animal caído-, ni que cuente en sus alforjas solo con su envoltura pequeña ni que se ande con el corazón fuera del cuerpo, pues éste se ennegrece… ¡si lo he de saber yo!
Y al ver Vian al animal cayéndose de sí, dejó de temer la primera amenaza y se aventuró a comprender lo que la oscura vaca hablaba, pero, lastimosamente, desatendió que no es de hombres entender lo oscuro; y aunque le pese, Vian recordó que era solo un trozo de carne vestida, de esa que echa olor cuando se pudre y que, fenecida ya, solo llega a contener gusanos.
Acercóse entonces Vian al despojo de lo que había sido un animal amenazante y observó la falta de extremidades y percibió aquello como un trozo extraño de algo que fue vivo…
-Posiblemente un corazón –barajó-, arrancado de algo que lo dejó vivir alimentándose en el interior de la espesura…
Y sintió entonces el hombre rabia de eso que también era un trozo de carne y tras sentirla en plena descomposición, arremetió contra ella a golpes, y la sensación y el cansancio le hizo transformar el entendimiento hacia aquello que fue una vaca negra, en un inicio, en actual piedra o roca que absorbió la arremetida del valiente caballero, hasta que lo alejó de toda fuerza y lo arrojó horizontal, y dormido.
Desta forma, el dormir trajo el soñar y Vian, que era en la espesura hasta hace poco, entendió de pronto que estaba ya de nuevo en otro sitio, y sintió deseo de pertenencia en aquel lugar y arrojó al olvido todo lo que sintió amenaza y lo llamó fantasía, y rio de la vaca muerta y dijo “mú” y “mú”, transformando la victoria en una derrota confortable, y durmióse sobre ella.
-De nada más quiero acordarme –concluyó.
Ultimando, la luna fue oculta y dejó de verse y luego apareció. Y nadie sospechó, que no fuese la misma.
Pero acabóse la superficie yerta y clara y viose entonces el caballero ingresar en la espesura y oscuridad propia desos espacios desahuciados, que de Dios no han escuchado más que el alegato injurioso de los olvidados y alejados que deste han sido.
-Deste sitio es posible salir malherido –quejóse-, pues todos los trances que la falta de caminos produce han venido aquí a dar fruto, y a saberse: de amargor profundo y carentes de fermosura.
En esto, alzó los ojos y sintió como si una voz hubiese fablado en un idioma secreto, y lo mesmo percibió de las cosas antaño naturales, pero ahora alborotadas de las que ya no era bien de fiar.
-Si has de venir, avente pronto y no demores, pues bien está preparada la empresa de mi espíritu para combatir cualquier designio –lanzó.
Y fue así cuando de la espesura brotó injuriosa la figura de una vaca negra, diríase de oscuro brillante, si imaginarse pudiera un sol que arroje su luminosidad negra sobre esos rincones del paraje, que casi nunca es físico.
-Vuestra merced prepárese a fenecer por indiscreción y falta de costumbres –habló la vaca- no te alborotes y presta paciencia a lo que el suceder te avecina.
Callaba Vian ante la bovina presencia y sus augurios daban vuelta en sus oídos taladrando hasta llegar al hombre negro que dormita al interior del hombre amanecido, y pidióle consejo para tan extraña ventura.
Y ocurrióle a Vian sospechar que en sus alforjas una respuesta podía ocultarse, y buscó entre libros, inquieto, mientras la vaca se acercaba a dar cumplimiento a su amenaza; desta forma, mientras mugía, la voz secreta del animal que no era Vian, acompañábase del lenguaje secreto que le era dado entender al caballero, sin razón aparente, ni escondida.
-De caballeros metafísicos no me temo –decíale-, ni de muerte ni de castigo ni de palabras allende los significados oscuros que ya contengo, y de mi oscuridad poco tengo que justificarme salvo de su afán de engullir que le es propio, y que mes propio desde que su negrura me resulta también perteneciente.
En tanto, Vian apresurábase a sacar de las mencionadas alforjas aquello quel instinto le pedía que encontrase, dando así con un pequeño trozo de carne que parecía viviente, y que tras verlo en detalle, lo consideró vestido y similar a su propia apariencia.
La oscura vaca fijóse entonces en el alumbramiento de Vian y temió del nacimiento del laberinto que es negrura desigual y ajena al mesmo tiempo, y retrocedió un paso, si la exactitud me es propia.
-Guárdate de aquello que es como tú y que desconoces –lo reprendió la vaca negra, mientras sus patas se doblaban y el alma parecía tornársele en hierro, haciéndole venir a tierra pues su interioridad oscura había de pronto adquirido un peso que se apreciaba insostenible.
-No es bueno que el hombre esté en un caso como el que te es presente –continuó hablando el animal caído-, ni que cuente en sus alforjas solo con su envoltura pequeña ni que se ande con el corazón fuera del cuerpo, pues éste se ennegrece… ¡si lo he de saber yo!
Y al ver Vian al animal cayéndose de sí, dejó de temer la primera amenaza y se aventuró a comprender lo que la oscura vaca hablaba, pero, lastimosamente, desatendió que no es de hombres entender lo oscuro; y aunque le pese, Vian recordó que era solo un trozo de carne vestida, de esa que echa olor cuando se pudre y que, fenecida ya, solo llega a contener gusanos.
Acercóse entonces Vian al despojo de lo que había sido un animal amenazante y observó la falta de extremidades y percibió aquello como un trozo extraño de algo que fue vivo…
-Posiblemente un corazón –barajó-, arrancado de algo que lo dejó vivir alimentándose en el interior de la espesura…
Y sintió entonces el hombre rabia de eso que también era un trozo de carne y tras sentirla en plena descomposición, arremetió contra ella a golpes, y la sensación y el cansancio le hizo transformar el entendimiento hacia aquello que fue una vaca negra, en un inicio, en actual piedra o roca que absorbió la arremetida del valiente caballero, hasta que lo alejó de toda fuerza y lo arrojó horizontal, y dormido.
Desta forma, el dormir trajo el soñar y Vian, que era en la espesura hasta hace poco, entendió de pronto que estaba ya de nuevo en otro sitio, y sintió deseo de pertenencia en aquel lugar y arrojó al olvido todo lo que sintió amenaza y lo llamó fantasía, y rio de la vaca muerta y dijo “mú” y “mú”, transformando la victoria en una derrota confortable, y durmióse sobre ella.
-De nada más quiero acordarme –concluyó.
Ultimando, la luna fue oculta y dejó de verse y luego apareció. Y nadie sospechó, que no fuese la misma.
Mencanté de vuestro descurso, caballero...
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