“Y entre tantos saberes,
tan pocas certezas…”
.tan pocas certezas…”
De mis manos sé que son dos,
porque las vengo contando
desde hace años…
Sin embargo,
si las escondo tras la espalda
o las meto a mis bolsillos,
dudo un poco
antes de responder con certeza
ante quien se muestra severo
manifestando una opinión contraria.
Quizá por eso
no suelo ser muy útil
cuando se me pide hablar de cosas
que están en la superficie,
pues apenas sé creer
en las cosas que veo
y no conozco
sus verdaderos inicios.
Atrás de eso,
sin embargo,
sé perfectamente
existe algo
que podríamos llamar verdadero;
una certeza latente
que no cuestiono
ni pongo en duda
en lo más mínimo,
aunque su definición exacta,
por cierto,
se me escapa.
Y es que atrás de todo,
parece existir algo
similar a una promesa:
una moneda no acuñada todavía,
o un relámpago pequeño
y todavía oscuro…
¿Es una mujer?
me preguntan.
¿Es una mujer lo que hay atrás
de todo esto?
Y yo me detengo
y lo pienso un poco.
Supongamos que es una mujer,
les digo,
supongamos que atrás del collar de fantasía
y de la sonrisa feliz,
está la mujer que yo busco.
Supongamos que atrás de esa perfección,
atrás de los hijos bien criados,
del pelo arreglado con esmero
y de los fideos sacados al dente,
está una mujer esperando,
perfecta y plástica
porque yo la busco.
Supongamos que atrás de ese perro de raza
que sabe sentarse y hacerse el muerto,
o atrás de la camisa planchada con esmero,
o atrás del segundo diario de duda
de la mujer perfecta,
permanece agazapada
la mujer que yo busco…
¿Entonces si es una mujer?
insisten.
¿Es una mujer lo que hay al fondo
de la superficie?
Y claro,
yo no sé cómo explicarles
que el fondo de la superficie
del que hablan
es también
otra superficie…
Así que tomo un tiempo,
y me lo pienso.
La mujer de la que hablo tampoco es esa,
les digo al fin,
la mujer que yo hablo está incluso atrás
de esa por la que ustedes preguntan:
Y es que la mujer que yo busco
no tiene dientes
y tiene el corazón tan gastado
como el sexo,
y su olor es nauseabundo,
como el de un cuerpo estancado
que no han terminado
de parir…
¡¿Tan fea…?!
exclaman los otros.
¿Qué tiene esa mujer
que no tengan las otras…?
Y claro,
yo vuelvo a tomarme un último tiempo
para escoger las palabras adecuadas
y no recibir réplica alguna.
Tiene verdad,
les digo al fin.
Tiene verdad
y sabe quién es
y quién es el mundo,
y al centro de ella hay algo así
como un puntito blanco
que aún no sé que significa.
¿Pero saben…?
Lo sabré algún día.
Estoy seguro.
porque las vengo contando
desde hace años…
Sin embargo,
si las escondo tras la espalda
o las meto a mis bolsillos,
dudo un poco
antes de responder con certeza
ante quien se muestra severo
manifestando una opinión contraria.
Quizá por eso
no suelo ser muy útil
cuando se me pide hablar de cosas
que están en la superficie,
pues apenas sé creer
en las cosas que veo
y no conozco
sus verdaderos inicios.
Atrás de eso,
sin embargo,
sé perfectamente
existe algo
que podríamos llamar verdadero;
una certeza latente
que no cuestiono
ni pongo en duda
en lo más mínimo,
aunque su definición exacta,
por cierto,
se me escapa.
Y es que atrás de todo,
parece existir algo
similar a una promesa:
una moneda no acuñada todavía,
o un relámpago pequeño
y todavía oscuro…
¿Es una mujer?
me preguntan.
¿Es una mujer lo que hay atrás
de todo esto?
Y yo me detengo
y lo pienso un poco.
Supongamos que es una mujer,
les digo,
supongamos que atrás del collar de fantasía
y de la sonrisa feliz,
está la mujer que yo busco.
Supongamos que atrás de esa perfección,
atrás de los hijos bien criados,
del pelo arreglado con esmero
y de los fideos sacados al dente,
está una mujer esperando,
perfecta y plástica
porque yo la busco.
Supongamos que atrás de ese perro de raza
que sabe sentarse y hacerse el muerto,
o atrás de la camisa planchada con esmero,
o atrás del segundo diario de duda
de la mujer perfecta,
permanece agazapada
la mujer que yo busco…
¿Entonces si es una mujer?
insisten.
¿Es una mujer lo que hay al fondo
de la superficie?
Y claro,
yo no sé cómo explicarles
que el fondo de la superficie
del que hablan
es también
otra superficie…
Así que tomo un tiempo,
y me lo pienso.
La mujer de la que hablo tampoco es esa,
les digo al fin,
la mujer que yo hablo está incluso atrás
de esa por la que ustedes preguntan:
Y es que la mujer que yo busco
no tiene dientes
y tiene el corazón tan gastado
como el sexo,
y su olor es nauseabundo,
como el de un cuerpo estancado
que no han terminado
de parir…
¡¿Tan fea…?!
exclaman los otros.
¿Qué tiene esa mujer
que no tengan las otras…?
Y claro,
yo vuelvo a tomarme un último tiempo
para escoger las palabras adecuadas
y no recibir réplica alguna.
Tiene verdad,
les digo al fin.
Tiene verdad
y sabe quién es
y quién es el mundo,
y al centro de ella hay algo así
como un puntito blanco
que aún no sé que significa.
¿Pero saben…?
Lo sabré algún día.
Estoy seguro.
ayer cumplí 21, estuve esperando un mensaje o una llamada de él.
ResponderEliminarno llegó.
es que las pieles se hacen más duras y el cumplir años lo reafirma, y reafirma lo patético de esperar saludos.
de todas formas fue un buen día, aunque con esperas, fue un buen día.
Saludos.-
Pucha... sí me había acordado... felicidades igual.
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