viernes, 3 de junio de 2011

No le crean a las piedras que están muertas.

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“Y cuando fijé mi vista en el firmamento lo encontré estático
y los pájaros del cielo inmóviles; y al dirigir mi mirada hacia la tierra,
vi un recipiente en el suelo y unos trabajadores echados en actitud
de comer, con sus manos en la vasija. Pero los que simulaban
masticar, en realidad no masticaban; y los que parecían estar en
actitud de tomar la comida tampoco la sacaban del plato… sino que
todos tenían su rostro mirando hacia arriba. También había unas
ovejas que iban siendo arreadas, pero no daban un paso, y el pastor
levantó su diestra para bastonearlas, pero su mano quedó tendida
en el aire. Y, al dirigir mi vista hacia la corriente del río, vi como unos
cabritillos ponían en ella sus hocicos, pero no bebían. En una palabra,
todas las cosas eran en un momento apartadas de su curso normal.”
Protoevangelio de Santiago, XVIII.
.

I.

Ese que ven ahí, no es mi padre.

Y el mundo que ven aquí,
no es mi mundo,
me dijo.

Yo lo miraba mientras nevaba
y él hablaba
y el mundo se volvía blanco.

Fue entonces que,
movido por sus palabras,
comencé a subir la montaña,
y el ascenso fue arduo.

No sé cómo expresarlo,
pero en parte,
fue como si la nieve
estuviese enterrando todo,
como a un muerto,
y uno arrancara hacia arriba
para dejar atrás aquello
que estaba en agonía.

Tienes razón,
le dije entonces,
mientras el viento me golpeaba el rostro,
y yo me esforzaba por subir
como si en la cumbre estuviese
la respuesta a un secreto
realmente trascendente.

Tienes razón,
repetía,
mientras el cuerpo se cansaba,
y los pies se hundían en la nieve…

Tienes razón…

Pero el viento se hizo más fuerte,
y la ropa se mojó
y el cuerpo se enfriaba,
y volví la vista atrás y descubrí
que estaba solo
y todo era blanco
y el mundo había desaparecido.


II.

Miento.

El mundo es incapaz de desaparecer
y solo juega a esconderse
para gastarnos una broma.

El objetivo de la broma, sin embargo,
va más allá del recurso infantil
de la risa,
y hiere un poco nuestro orgullo,
pues juega con la idea del secreto
y la comprensión que no tenemos.

El mundo finge entonces
haciéndose el muerto
como un perro
que logra engañarnos por completo,
mientras nosotros,
sin verdadera oposición,
caemos en la trampa.

No conformes con esto
examinamos luego
aquello que creemos el cadáver
del mundo,
y dibujamos mapas,
y buscamos arterias
y fabricamos caminos.

Pero claro,
ningún camino tiene realmente un final,
y olvidamos incluso
que hasta las montañas
revelan en ocasiones
cumbres falsas,

y la nieve entonces se derrite
y se convierte en agua sucia.


III.

Sucede a veces,
que guiados por las apariencias,
exigimos la quietud
como el mayor requisito
para que las cosas
sean comprendidas.

Eliminamos las fotos movidas,
medicamos a los niños inquietos,
y hasta inventamos el trabajo y la familia
para fijar al hombre en un solo sitio.

Lamentablemente,
ese juego del forense
que investiga el cadáver
para entender las causas de la muerte,
ha desplazado toda intención
de fijar nuestra atención
en lo que podríamos nombrar
como las causas de la vida.

Y el mundo aparece y desaparece
y el hombre ama y olvida,
y se regocija en la belleza de la nieve
pero rechaza la misma nieve echa agua,
y hasta la encuentra sucia
si ésta ha llegado a tocar la tierra.

Habría mejor que detener el juego.

Habría que cambiar la estrategia.

Y habría que considerar que el comprender
es una habilidad que se ha buscado siempre
con herramientas incorrectas…

Todo un fraude.

Así,
y por último,
el que crea fijar el amor
en su corazón
considérese sin duda
el más ingenuo
de los necios.

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