miércoles, 29 de junio de 2011

Pañuelos desechables para narices desechables, y otras variaciones.

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I. Pañuelos perennes para narices perennes.

Así fue en un principio:
la edad de oro
el dios presente
el hombre
el paraíso…

¡Si ni siquiera existían
las enfermedades venéreas…!

Solo el catarro.

Y el hombre con su alma inmortal
y su nariz inmortal
decidió entonces combatirlo.

Pero claro,
los términos de la inmortalidad
fueron cambiados al poco andar.

Y el tiempo del hombre se le fue en estornudos
y en el retiro de sustancias mucosas
desde sus fosas nasales
y el pañuelo eterno ya parecía mortaja,
aunque el hombre no moría.

Fue así que un día,
cansado,
el hombre se sonó más fuerte que de costumbre,
tanto así que sintió que se vaciaba
totalmente;
y fue así que Dios salió expulsado del hombre
y todo lo que fue perenne y perpetuo,
en un inicio,
pasó de un momento a otro
a ser considerado desechable,
carne seca,
desperdicio.

Y el hombre no supo entonces
si estornudaba,
o si reía,
o si aquellas eran las formas
que tomaba la agonía…

Y entendió la vida el hombre
como una gran enfermedad,
y aprendió a morir
y a dejarse morir,
sin encontrar diferencia alguna
entre estas dos acciones.


II. Pañuelos desechables para narices perennes.

Hubo entonces un primer cambio.
Y el hombre creyó que la solución
era tan sencilla como quitarle vida
a aquello que lo rodeaba.

Y creó las fechas de vencimiento,
e inventó edades para todo
incluso para el universo,
y pensó el hombre que había dado
con el gran secreto,
y que había descubierto el reloj
que marca la gran cuenta regresiva…

Pero erró el hombre.

Y por más que se llenó la tierra
de hombres muertos,
y se fotografiaron estrellas muriendo,
y el hombre se repitió mil veces que la muerte
era un estado natural,
lo cierto es que algo hay que se rebela
y lucha
y patalea…

Pero claro,
el hombre combate la enfermedad,
y cree que la prórroga es un triunfo,
siendo así el pañuelo desechable
la moneda de cambio,
y hasta el símbolo del triunfo…

Y lo peor:
pareciera que no hay vuelta.

Pero erra el hombre.


III. Pañuelos desechables para narices desechables.

¡Atención!
Yo, Vian he traído la solución.

Borracho y todo,
como me ven,
me propongo demostrar
que el gran secreto de todo
flota en la superficie
como un muerto,
y que no es necesario ya
para encontrarlo
drenar el lago.

Y es que el resfrío común
que nos aqueja,
salta a la vista
que reside finalmente
en cualquier sitio,
y hay que aceptarlo,
por lo mismo, sin reparos.

Sin embargo,
lo verdaderamente dañino
y peligroso,
consiste en aceptar lo común
de ese resfrío,
concediendo así,
sin más,
espacio suficiente para que lo común
haga de nosotros
el lugar donde afincarse
y echar raíces.

Arranque usted mismo entonces,
las raíces cotidianas,
y transforme su resfrió en algo más
que lo común:
frótese con hielos,
salga a caminar bajo la lluvia,
no tenga miedo a quedarse dormido
en plena calle,
pues yo, Vian,
lo compensaré con un milagro.

Ya verá usted,
que muy pocos lo extrañan realmente,
y que la vida
y el amor
y todo aquello
que creímos trascendente,
venían también en formatos desechables,
y no nos sujetaban realmente
a ningún sitio.

Despójese más bien…
¡Alíviese!

El basurero
es la fosa común
para la enfermedad
y el enfermo…

Después de todo
nunca hemos sido
verdaderamente
tan importantes.

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