domingo, 13 de junio de 2010

Sobre las burbujas, o sobre la comprensión que busca comprenderse a sí misma.


Lo común es creer que cuando una burbuja se revienta, ésta desaparece en el aire, salpica un poco a quienes están cerca, y que esa es toda su historia. Más menos.

Supongo que siempre creímos eso, que comprendimos esto cuando jugábamos con ellas o las veíamos aparecer y desaparecer mientras alguien soplaba y éstas se esparcían de un lado a otro según la fuerza y dirección del viento.

Pues bien, parece que estábamos equivocados. Y es que mientras buscaba recortes para un trabajo con mi hijo, me encuentro en un rincón bajo del diario la noticia que alude a un estudio de la Universidad de Harvard, que concluye que las burbujas no desaparecen necesariamente cuando estallan.

Más allá de la explicación, a la que me referiré luego, la noticia parece hacer un guiño a una serie de situaciones más complejas que parecen decirnos que nuestra comprensión ha estado errada: que algunas cosas que creímos desaparecidas no necesariamente han dejado de ser, ni mucho menos, han desaparecido del todo.

Y lo crean o no, me es difícil afrontar que la comprensión estuvo equivocada; que aquello que creímos cierto y que creímos era una historia finita, sellada, de pronto alarga su existencia a partir de un nuevo descubrimiento, que no surge de mi comprensión, y que, más aún, la refuta, y la anula, sin admitir reclamo alguno.

Y es que la voz de la ciencia, por llamarla de alguna forma, no puede ser refutada. Con sus datos y demostraciones ésta se sitúa inmediatamente en un status más alto que mi comprensión, deja sin opción cualquier reclamo, y una nueva verdad, -porque de esto se trata finalmente, de lo que existe y de lo que no-, viene a aparecer entonces y a instalarse como cierta.

La explicación que se nos brinda ahora, referida a las burbujas, indica que la normalidad de una burbuja -que buena frase: la normalidad de una burbuja-, es que tras ser "reventada", se descompone en muchas otras burbujas más pequeñas... Sin embargo, -ante cualquier alegato que sería el señalar que entonces se trata de nuevas burbujas y no de la misma-, el experimento recalca que esas pequeñas burbujas formaban desde un inicio parte de la estructura de la burbuja original.

Me explico: las burbujas , el estallar, generalmente dan origen a una estructura anillada, conformada a su vez por varias burbujas más pequeñas. De esta forma, -cito-, "cuando la superficie de la burbuja original se retrae en el líquido, captura aire, por lo que da lugar a nuevas burbujas". Es decir, se trata nuevamente de este pasar a ser, esta transformación que no altera su esencia original, en cierta medida.

Ahora bien, más allá de lo que realmente hizo eco en mí, -referido a aquello que deja o no deja de ser y de lo cual no sabemos siempre determinar o visualizar exactamente sus bordes y/o límites-, la voz de mi comprensión parece elevar también un alegato, exigiendo cierta valía frente a esta voz de la ciencia, que suele pisotearla, acallarla, y hasta reírse de ella por cada pequeña boca que existe, digamos, -para visualizarla de alguna forma-, en cada tubo de ensayo.

Así y todo, mi herida compresión hace un alegato por la imagen, por el centro de todo aquello que, se supone, debemos entender como real y hacer funcionar, sistémicamente, para una correcta comprensión de mundo.

Así, desesperada, mi comprensión grita que quiere confiar en aquello que ve, en las representaciones, -aquí mi comprensión intenta demostrar que tiene también cierta formación académica-, que no le encuentra salida a todo esto.

Por último me hace una última advertencia:

-Tienes tres oportunidades, -me dice-. Tres oportunidades para que me convenzas de que es correcto quedarme a tu lado, afrontar el mundo que nos rodea con confianza, para que me expliques qué es esto que sucede todo el tiempo... porque estos pequeños terremotos de los que nadie se preocupa, -recalca-, me tienen hace años viviendo entre escombros...

Asustado, -no vaya a ser que la comprensión que me queda decida abandonarme así, sin vuelta-, cierro los ojos y estiro la mano hacia el mundo que me rodea. Luego de botar algo que sonó como un cristal, mi mano se topa, -cómo no-, con un libro, lo abro al azar y leo lo siguiente:

"Pregunto tal vez X a Y qué sucedería si el sabio no pudiese siquiera percibir algo y no fuera propio del sabio opinar. Aquí, respondió Y, creo, que nada habría de opinar, porque tendría algo que pudiera percibir. ¿Qué sería, por tanto, esto? Una imagen, creo. ¿Pero qué imagen? En tonces Y la definió de la siguiente forma: algo impreso, grabado y ejecutado a partir de lo que es, tal como es. Después de lo indagado, todavía queda por averiguar, si una imagen de esa clase es verdadera, ¿cuál sería falsa? Aquí parece que Y vio con agudeza que ninguna imagen podría ser percibida si proviniera de lo que es de tal modo que pudiera igualmente provenir de lo que no es. Con razón estuvo de acuerdo X, con lo añadido a la definición."

-¿Entiendes?, -le digo entonces a mi comprensión.

-Claro que sí, soy la comprensión, recuerda. Ahora escucha, la representación comprensiva de la que me hablas, es aquella impresa y grabada a partir de lo que es y de acuerdo con lo que es... pero yo me cuestiono otra cosa, sobre la naturaleza de las otras representaciones, esas que creímos ciertas y sobre las cuales me edificaste, ¡donde están agarradas mis raíces, insensible!, ¿no entiendes? éstas no pueden ser ni haber sido a partir de lo que señalas, pues provendrían de lo que no es.

Entonces intento reflexionar sobre aquellas palabras. Y pienso que algo debe estar errado aquí, pues si mi comprensión habla conmigo yo no debiera tener una comprensión propia y por lo tanto no estaría comprendiendo nada, luego, debo tener otra comprensión aquí, distinta a esa que amenaza con abandonarme y que me trata de insensible sólo porque no me desespero ante el mundo que se derrumba cuando me dicen que lo que creímos es diferente a lo que es en verdad, y que por lo tanto nunca fue...

-¿Qué te sucede? -me interrumpe mi comprensión.

-Tú no puedes estar ahí y aquí al mismo tiempo, -le digo-. No es lógico...

-Tampoco es lógico que lo que es no sea más ni haya sido.

Pasan unos segundos. Supongo. Me siento confundido. No sé que decir así que abro el libro nuevamente y gasto mi segunda chance, sin más. Vuelvo a leer aquello que aparece azarosamente frente a mis ojos:

"Entre la ciencia y la no-ciencia (opinión) existe la comprensión, y no es posible identificarla ni con lo verdadero ni lo falso ni con lo demostrable ni con lo negable a partir de hechos..."

-Pero si mi mano agarra algo, -me interrumpe la comprensión-, y busca retenerlo, digamos, a base de los sentidos, y eso se establece como cierto y es tenido como verdad innegable, y de pronto aparece algo, llamémoslo experimento científico, y me dice que no hay nada ahí, que mi mano está vacía, que mis uñas están enterrándose en la piel de mi palma y comienzan ya a desgarrarla, ¿no crees, insensible, que eso no puede aceptarse o comprenderse nuevamente, ni siquiera por mí: la comprensión misma, la comprensión verdadera...?

Tras terminar de hablar, me parece escuchar algo así como un sollozo, algo que emana de mi comprensión y que me obliga a entender algo más allá, si quiero realmente entenderla, -no pienso corregir esto que parece absurdo- y siento que lo correcto aquí es arrojar de mí esa otra comprensión, esa que discute y es fría y, sí, insensible, y no sabe hacer nada por esos sollozos y ese ser, verdadero, que está frente a mí, y que busca comprender poniéndose en duda a sí mismo.

Y es que me queda sólo una oportunidad para entender la naturaleza de esa verdadera comprensión, esa que se aleja de la ciencia y de las representaciones y se establece en una región más abstracta y dolorosa donde vive siempre como un niño, intentando agarrar con sus manitos el dedo mayor de un padre.

Entonces me acerco a mi comprensión y trato de abrazarla, de consolarla diciendo que todo lo que es será siempre -aunque lo que sea sea un final-; quiero decirle que existe algo inmutable de verdad en todo esto, que confíe en mí; que si la tierra en que afirmó sus raíces desaparece de pronto haré lo posible para que tenga siempre algo a qué aferrarse... inventaré una tierra nueva, pequeñita, le digo, y siento entonces como sus sollozos cesan un poco, y siento con alegría como una pequeña manito me aferra, con afecto.

Y sí, es cierto, algo llora en mí, pero algo aún más grande está alegre y tiene fuerzas, y lo único importante es que mi comprensión duerme junto a mí, como un niño pequeñito, suavemente comprendida, y yo me acuesto cuidadosamente a su lado, vigilante, como si cuidase un hijo.

Así, comprendo, que mi espíritu es semejante a una copa de champagne, donde miles de burbujas dan origen a otras miles, y así hasta el infinito.

O hasta que los ojos brillen, e iluminen la noche.
.

3 comentarios:

  1. Hola, soy una chilena-sueca en Mauritania. No sale tu mail así que te escribo acá.
    Me sumo a los seguidores sólo para que mi comentario pueda salir y decirte que tienes a alguien que ha leído de cabeza a rabo tus 100 textos y que te envía 100 gracias.
    ¿Vian es tu nombre?
    ??
    Gracias Vian, o como te llames (x 100)
    P.D.: Me tomé la libertad de traducir uno de tus textos para unas amigas acá, espero no te moleste.
    Mila

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  2. Es usted maravilloso/sa!!! Y asi como dicen "la tierra es para kien la trabaja"...asi mismo a de encontrar usted su anhelada luminosidad....y espero nos ilustre con ella.

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