martes, 22 de junio de 2010

Cuando la vida nos deja intactos.

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"No logro entenderlo.
Nunca penetré en mi corazón"
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Se ha matriculado como en seis oportunidades, me dicen. Es extraña. A veces venía y se quedaba junto a la puerta de clases, en silencio, sin entrar. La tuvimos que echar por asistencia algunas veces y en otras se fue sola. Anotaba todo en los cuadernos, aunque a veces lo hacía desde fuera de clases, apoyada junto a la puerta.
Al final ya no la matriculamos, sabemos que va a venir y quizá algún día hasta entrar a una sala, pero no da problema, si se mete déjala no más, lo que sí no va a hablar, o sea puede saludar o cosas así, pero hasta si le preguntas su nombre se bloquea y parece costarle.
Su nombre es Juana, me dicen.
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Hoy estuvo en mi clase. En silencio. Se sentó atrás, pero en un momento se cambió adelante. Anotaba todo en un cuaderno rojo. Yo repasaba para una prueba que debo tomar pasado mañana. No me miraba, pero estaba atenta. Los otros del curso parecían conocerla, aunque en el mes y medio que llevo trabajando en ese colegio no me había tocado verla.
Cada cierto rato levantaba la vista, pero nunca supe qué miraba. Era una mirada extraña, como si se mirase un vaso de agua sabiendo que hay otros que mueren de sed, o como si estuviese en un pozo instalado en medio de la clase, no pudiendo ver fuera, pero a la vista de todos.
En la clase hablábamos de unos cuentos, los analizábamos un poco a partir de algunos elementos que intentábamos aprender. De vez en cuando salía alguna frase y de pronto, mientras les contaba de Clarice Lispector, la autora del cuento que analizábamos -el crimen del profesor de matemáticas-, me doy cuenta que esa es exactamente la naturaleza de esta chica: la de un personaje de Clarice, un personaje que lleva su mismo nombre, y que aparece en su primera novela: Cerca del corazón salvaje.
Miraba a la chica y era ver al personaje de Clarice... bueno, era más que eso, ella estaba viva... pero su forma de estar, su manera de existir hacía eco en ese libro leído ya hace algunos años. Su forma de existir similar a una flor que intenta infructuosamente olerse a sí misma y que es incapaz de comprender su propia esencia: incapaz de penetrar en su propio corazón.
Así que mientras avanzaba la clase intentaba poco a poco acercarme a la chica para tratar de entenderla, para intentar definirla, o nombrarla, pero a medida que pasaban los minutos comprendía que aquello no se podía: y es que Juana tiene una existencia similar a las respuestas de un extraño cuestionario:
1. ¿Dónde se guarda la música cuando no suena?
R. En Juana.
2. ¿Cómo se llama aquel sueño que olvidamos apenas logramos despertar?
R. Juana.
3. ¿Cómo se llama el silencio cuando guarda tanto un significado dentro que al final termina por perderse?
R. Juana.
Y es que Juana era similar al Dios que existe en el momento en que contamos hasta diez para no explotar... para que algo no exista.
Porque ella es como un vacío, como un globo que se revienta en silencio, como una mano que cree que tiene un pájaro que ya se voló...
Como un intento estúpido de reducir a esa persona viva a una transcripción literaria.
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Entonces decido que la clase debe avanzar, que hay al menos treinta chicos que deben prepararse para la prueba del jueves y que debo ayudarles, y trato de enfocarme en eso.
Hacemos varios ejercicios y luego suena el timbre. Los chicos salen poco a poco y yo vuelvo a fijarme en Juana, en esa extraña señora a quien la vida pareciera haber dejado intacta.
Me acerco hasta ella y la saludo. Le pregunto qué anotó.
Ella a modo de respuesta me entrega su cuaderno. Yo lo leo... hay varios apuntes de la clase, pero de frases sueltas. Sé que quedan pocos minutos, el inspector se asomó hace un rato y me dijo que llamó para que fuesen a buscarla. Quizá sea la última vez que vea a Juana, la única vez que la vea.
Siento que no sé más de ella que los demás. Pero tambien siento que no sé más de ella de lo que sabe ella misma. Juana no ríe ni se enoja ni hace gestos. Sólo está de pie esperando que le devuelva el cuaderno rojo.
Yo quiero devolvérselo, pero por un instante siento que estoy en otro pozo al lado de Juana. Como cuando queda una persona atrapada debido a un derrumbe y hay que cavar un pozo justo a un costado para intentar el rescate.
Sólo que aquí no queda claro quien es el rescatado, sólo que nos encontramos a la misma altura, pero en pozos distintos.
Juana viste un chaleco café muy grueso que tiene las mangas anchas. Esas mismas mangas de la que la afirman para pasársela a un tipo que la va a buscar. Un tipo extraño que la toma de un brazo y se la lleva, mientras la mirada de Juana sigue perdida y parece cargar un peso...
Entonces me doy cuenta que me he quedado con el cuaderno rojo. Lo reviso. Veo que sólo tiene escritas un par de hojas con cosas dichas a lo largo de la clase... ideas inconexas, y el dibujo de un perro.
Y leer eso es en cierto sentido como bordear aquello de lo que hablamos en clase, como si todo fuese demasiado preciso, imposible de ser tocado, y hubiese que referirlo desde fuera, como cuando marcamos los bordes de una mano para luego dibujarle pliegues y uñas dentro, y sentimos que el dibujo quedó algo extraño.
Y es que Juana nos recuerda la certeza de que siempre hay algo que no llegamos a entender, y que ese algo puede vivir como una pequeña Juana al interior de cada uno. Como si todos fuésemos similares a esos montones de brubujas de plástico que se ponen para proteger un algo de los golpes, y que alguien se entretiene haciéndonos reventar, mientras nuestro vacío origina un ruido brusco, breve y similar entre cada silencio.
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Por eso hoy, mientras apenas me doy cuenta de lo que estoy escribiendo, elijo a Juana como mi heroína. Y se las presento en una historia donde se establece su significado:
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"Había una vez una mujer llamada Juana. Una mujer silenciosa. Diríase una chica aunque debe ser una mujer entrada en años. De ella les hablo ahora. Era una mujer débil para las cosas de este mundo. Pero de un significado igual a ella misma. Todo le parecía demasiado preciso, imposible de ser tocado. Y a veces, lo que usaban los otros como aire de respirar, era peso de muerte para ella. Vean si comprenden a mi heroína: escuchen... Es silenciosa y anota cosas extrañas en un cuaderno rojo. Ella no ama, ni es amada. No existen huellas de afectos en ella. Ustedes acabarían notándolo... Sin embargo lo que hay dentro de Juana es algo más fuerte que el amor que se da y lo que hay dentro de ella exige más que el amor que se recibe..."
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Ella es Juana. Se ha matriculado seis veces en un colegio para adultos. no se atreve a nada más que a saludar. Vive sola con un tío y también en cada uno de nosotros.
Ella es Juana y no conoce su propio su corazón.
Pero esperad antes de terminar, ¿qué porcentaje del nuestro conocemos?

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