Debo admitir que no le tenía mucha fe a este documental. Pero como me confundí con las horas al final terminé justo en lugar en que lo daban y a la hora precisa.
Había leído que trataba sobre una orquesta que se había creado con integrantes del mundo árabe y judío, y la verdad es que, -habiendo ya visto varios experimentos de estilo similar, bastante infructuosos- había querido hacerle un poco el quite.
Y es que por más que abunden las buenas intenciones estos experimentos siempre me han resultado algo chocantes, forzados, como si quisiésemos investigar a un costo demasiado alto, sobre el comportamiento, o la naturaleza humana. Como si hablando de paz, de buscar soluciones a diversos conflictos, aceptásemos utilizar el dolor de la gente, sus propias vidas, como meros ejemplos. Como ratitas blancas.
Sin embargo, -si bien este documental tiene algo de aquello, al menos en su gestación-, creo que lo que aquí se desarrolló, -esta orquesta este-oeste con músicos realmente talentosos-, llegó a sobrepasar con creces sus primeros objetivos, y, mediante la música, lograron en cierto sentido purificar, elevar esto a una esfera distinta, que no se cegó con aspectos como la convivencia, o las conversaciones políticas que tanto temía encontrar.
Esto, ya que durante el transcurso del tiempo en que funcionó esta orquesta, evolucionaron también los propios objetivos, y una especie de pasión, de fuerza que surgía en la música, parecía tener voluntad propia y llevar a estas personas, -en especial a Daniel Berenboim, el director principal. por rutas que me parece, ni ellos mismos esperaban transitar.
Años de trabajo en que el profesionalismo y la pasión por lo que se hacía, logró hacer olvidar, por momentos, a qué grupo pertenecían cada uno de los músicos. En este sentido, la película no intenta mostrar o forzar relaciones amistosas entre los integrantes, sino simplemente sacar un trabajo adelante, y la música, las obras de Beethoven que fueron en su mayoría las que preparó aquel grupo -en especial la 7a sinfonía- dejan así de ser una "herramienta para" y pasan a ser el objetivo mismo de esto, como si todos hubiesen participado de un trabajo de parto, donde lo que se da a luz es nada menos que una sinfonía de Beethoven, algo así como un pequeño Dios, que necesito de la fuerza, del compromiso, de la voluntad y del talento de todos quienes participaron, para brillar por un momento en este mundo.
Hasta ahí, la película habría sido buena, o al menos habría superado mis primeras reticencias, pero tras la muerte del otro cabecilla del grupo y fundador de la idea -Edward Said-, Beremboim parece darse cuenta de algo más, parece alimentarse de esa pérdida y darse cuenta que aquello que comenzó como un simple experimento ha pasado a ser mucho más que eso. Ahora hay algo más en aquello, hay algo que busca trascender, algo que ellos mismos desconocen, algo que los lleva a un ponerse a prueba, para que lo que realizaron sea realmente algo valioso y no un experimento más a secas, y que sólo quede en eso.
Y es entonces cuando la obra realmente emociona y te hace verla al límite, elevándote con la música de Beethoven que la acompaña a todas partes y donde la temperatura de sus integrantes parece subir cada vez un poco más, hasta que afiebrados, -en especial el propio Beremboim-, dan paso a su última actuación.
Tocar en la zona cercada Palestina, en el centro mismo del Ramallah, se convierte así en un nuevo propósito, algo que excedía la idea original y que parece, a primera vista, no aportar nada concreto a lo que esa orquesta pretendió significar, más allá de poner en peligro la vida de algunos de los integrantes y del proyecto en total.
¿Cómo consigue Beremboim convencer a todos los miembros para que acepten este reto?
¿Cómo lo hace cuando tras plantear la idea casi nadie parece comprenderla ni hallarla razonable?
Eso me parece que es lo que realmente parece un milagro al interior del documental, sobre todo porque el propio Beremboim no intenta convencer a nadie, es más, sólo reitera a cada momento que comprende que tengan miedo, que no quieran ir, que todo puede ser dejado hasta ahí sin ningún tipo de rencores.
Pero lo cierto es que este director, a lo largo de los años que duró este proyecto se ha transformado en algo distinto a lo que era. Se ha sobrepasado. Ha comprendido. Y esa comprensión, eso que vio a través del trabajo y de los deseos de ese amigo que murió mientras se desarrollaba el proyecto, lo ha llevado a transformarse en algo mucho más grande que él mismo, algo que lo hace realizar un hermoso y rabioso doscurso frente a las autoridades de Israel tras haber recibido un premio que le era entregado y que lo lleva incluso a enfrentarse a esa ministra que lo acusa de atacar al pueblo judío y le dice abiertamente, frente a todos los presentes que fue un error haberle dado el premio.
Pues bien, es a ese Beremboim, a ese director que ha pasado a ser algo así como el portador de un fuego... es a ese director a quien deciden seguir sus músicos. Todos. Sin excepción.
Y es que el discurso de Beremboim, ha logrado a través del film llegar al fondo y centro de todo esto: al dolor humano. A aquello con lo que no se puede jugar ni poner nada en la balanza. Y este deseo de superar ese dolor, de compartirlo, de transformarlo en fuerza, parece ascender mientras dirige aquella orquesta...
Y tal como dice él, es cierto, esto no va hacer que llegue la paz, ni va a solucionar nada, pues para eso hace falta algo tan inmenso que no se alcanza siquiera a visualizar... apenas con un milagro se podría, como señala una pequeña ejecutante de la orquesta...
Sin embargo, mientras este tipo dirige, en el centro mismo de Palestina, junto a una orquesta que ha demorado largos años en formar, en sus ojos parece brillar ese milagro, y la música, la fuerza de la música... la verdad que contiene aquella fuerza... hace que ese milagro, que esa palabra imposible que ya nadie se atreve a nombrar, resuene dentro de uno y nos haga por un momento hacer creer en ese absurdo, y hacernos sentir que ese milagro, comienza a realizarse en el momento exacto en que comenzamos a creer en él, y a no ponerlo en duda.
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