viernes, 4 de junio de 2010

Alfredo Espinoza, otro Bartleby. O casi.

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Asisto a la presentación de Escape al silencio, un documental que se centra en la vida de Alfredo Espinoza, un gran saxofonista chileno, desconocido para la gran mayoría, y personaje mítico, aunque abandonado, para algunos amantes del jazz que dan vueltas por nuestras calles.

El documental nos presenta una primera parte donde Espinoza es retratando por todos aquellos que fueron compañeros y testigos de su talento. Vemos así como lo recuerdan en Francia, donde vivió por algunos años, y como señalan una y otra vez, quienes lo conocieron y quienes lo escucharon tocar, que se trataba de alguien excepcional, único en su estilo y poseedor de un virtuosismo sólo comparable al de los verdaderamente grandes del género.

Vemos a dos viejos amigos recoores Paris, en busca de aquellos lugares donde tocó, de personas que lo conocieron, buscando viejas imágenes y testimonios a través de los cuales reunir piezas que permitan abordar a este personaje.

Y es que el recuerdo que de él se siento parece tan imposible de reordenar como su música, hay algo de este personaje que parece haber quedado donde estuvo en cada momento, como si pasase a formar parte de la tmósfera. Así, cuando escuchamos durante la exhibición algún tema donde participó, o nos encontramos con alguna vieja fotografía, el poder situar a ese personaje parece cada vez más una tarea imposible, como si lo retratado fuese una ausencia, un vacío, o como si la música reproducida llamase a gritos a esta ausencia, la necesitara.

Quizá esto se explica en la siguiente parte del documental, donde se nos presente a un Alfredo Espinoza que irrumpe como un ser equívoco. Encerrado por 12 años en una casa en Valparaíso, no pudiendo hablar coherentemente, según los testimonios de su hermana y de los pocos que lo visitaron en aquellos años. Equívoco porque parece estar en un sitio extraño, permanentemente ilocalizable, igual que en la primera parte, sólo que la ineccasibilidad aquí es distinta, dolorosa incluso para quienes debieron compartirla, ser testigos y acompañantes de ese tiempo.

Aquí, se señala que tras volver a Santiago, y ser asaltado violentamente luego de algunas presentaciones, de un día para otro y sin una razón concreta aparente, Alfredo se encerró y no salío más, dejó de hacer música, y su comunicación fue con otros fue prácticamente inexistente.

Fue como si de un momento para otro se hubiese quedado dentro de sí mismo, y después no salío más, nos dice la hermana que se dedicó a cuidarlo tras la muerte de la madre, quien lo había acogido tras su primeros años de ese "exilio interno".

En este sentido, el personaje de Espinoza parece siempre perdido, lejos de todos los que, supuestamente, estaban con él. Como un espectro de algo que es sólo talento y energía y que vaga en la atmósfera, como un elemento desconocido... y la añoranza de quienes se dolieron de estas ausencias, parece más la de alguien que observa la pérdida de un vacío que ha caído nuevamente en otro, y en uno, por cierto, más doloroso, en tanto inaccesible, oscuro, y lejano a la superficie en que los demás se desenvuelven.

Viene al caso nombrar, en este sentido, algo que señala una francesa, guitarruista, que fue pareja sentimental de Espinoza durante parte de su tiempo en Francia. Auqnue pareja, como señala la misma mujer, es una palabra que no es compatible con aquello que era ese hombre. El hombre que nunca estuvo ahí, como dirían los Cohen.

La guitarruista buscará entonces un diario de vida donde anotaba todo lo que sucedía en aquellas fechas, y que había llevado duranteprácticamente toda su vida. Cuenta que al saber que la visitarían para hablar de Alfredo lo buscó y encontró algo que no recordaba y que era totalmente opuesto a lo que recordaba de Espinoza.

Y es que existía una anotacón donde se señalaba: Alfredo habló de matrimonio. Dice que me llevara a Argentina. Que tendremos una casa y viviremos juntos allá.

Pero ésta, además de ser la última de las anotaciones que tiene sobre Alfredo, es también la última de las anotaciones de su diario. La mujer muestra las páginas en blanco que siguen a aquella anotación y cuenta que después de eso nunca volvió a escribir nada en aquel diario, ni en otro. Y está de más por supuesto, señalar que aquello de lo que había hablado Alfredo no se cumplió, pues era algo que lo hubiese obligado a ser algo más que música, más que un vacío y una fuerza. Más que un ritmo.

Pero cuando parece que la historia de este personaje, de este vacío, de esta fuerza que desaprece de distintas formas y que se niega a sí misma durante tantos años... cuando parece que Alfredo ha desaparecido totalmente, un nuevo Alfredo Espinoza irrumpe en escena.

Porque al igual como había "desaparecido", Espinoza, de un día para otro, decide volver al encuentro de un mundo al cual había renunciado. Y vuelve a la música, que se convierte, en definitiva, en su único mundo posible.

Podemos verlo tocar nuevamente con amigos, siempre sonriendo cuando está lejos de su saxo -no digamos lejosde la música pues parece estar con ella en todo momento-, nos emocionamos incluso cuando lo vemos viajar nuevamente a Europa, a reencontarse con sus otros amigos, y a tocar con ellos nuevamente. O cuando participa de grabaciones, o se nos cuenta que hasta el día de hoy vive en Santiago, que viaja algunas veces invitado por amigos, que da clases de saxo... en fin, que está vivo, que sonríe. Que se quedó en el único mundo posible para él: en la música. En lo único que aprendió nunca podía dejar de confiar.

Y es que Alfredo se desencantó de un mundo y se retiró de él, y por suerte, -o por gracia, quien sabe-, logró entender que el mundo podía salvarse a partir de él mismo, de su propia música. Que con la fuerza que nace cada nota nace también, y sobrevive, aquello que hace que la vida sea brillante y siga valiendo la pena.

-Alfredo -le pregunto entonces-, ¿fue por eso, entonces...?

-Es que me acuchillaron tres veces, -me dice.- Tres veces. Y yo no les había hecho nada.

-¿Fue por eso que te encerraste?

-Sí, -contesta, y como está un poco bebido después de un trago, y además está vivo y con nosotros, agrega-: Pero ahora no lo pienso así. Ahora pienso que sólo fueron tres veces. Que no ha habido una cuarta...

Y entonces se ríe. Y su risa brilla. Y su risa es música.

2 comentarios:

  1. Algunas bandas en las que participó (además del cuarteto que lleva su nombre con el que grabó un disco en este último tiempo):

    Retaguardia Jazz Band
    Gilbert Leroux Washboard Band
    La Porteña Jazz Band (hay varias presentaciones en Youtube del periodo en que estuvo Espinoza *las del festival en Terragona están increíbles*)
    ...

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  2. "Y entonces se ríe. Y su risa brilla. Y su risa es música".
    Leer cosas como esta hace pensar que no todo es tan malo :)

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