lunes, 21 de febrero de 2022

Un pequeño hueco en la pared.


I.

Había un pequeño hueco en la pared.

Un hueco pequeño, aproximadamente del tamaño de un puño.

Su teoría era que había un ratón -o ratones-, en la casa, aunque lo cierto es que no había notado ruidos.

Y es que probablemente luego de esa pared hubiese otra, y entre ambas existiese un pequeño espacio.

Tras pensarlo así, él se acercó en silencio al lugar, para tratar de oír algo.


II.

En vez de oír ruidos de un ratón, le pareció escuchar ladrar a un perro.

Era algo absurdo, por supuesto, pues el espacio no daba para eso.

Sin embargo, mientras más se concentraba, más confirmaba su primera impresión.

Tal vez era un ratón, en un principio.

Luego del ratón, un gato, que lo perseguía.

Y finalmente un perro, persiguiendo al gato.

Todos pequeños, por supuesto, al menos en un inicio.

Eso eligió pensar, para justificar su oído.


III.

Como no se le ocurrió qué animal podía perseguir a un perro, se decidió a hacerlo él mismo.

No perseguirlo, exactamente, pero tal vez entrar a buscarlo.

Además, ser pequeño no podía estar tan mal, después de todo.

Se agachó junto al pequeño agujero y cerró los ojos, buscando concentrarse.

Primero intentó hacerse pequeño y luego se le ocurrió que tal vez tendría más efecto tratar de agrandar el mundo.

El resultado sería el mismo, después de todo.

Llegó la noche así, con el hombre agachado junto al agujero en la pared.

Sin abrir los ojos, en ningún momento.

No me vio observarlo, por lo mismo, ni sospechó siquiera que entendí sus razones.

Otro habría visto que rezaba, o que buscaba algo, o hasta que lloraba un poquito.

Tampoco supo que fui yo, por cierto, quien asestó el primer golpe.

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