viernes, 18 de febrero de 2022

Lo vi con este ojo (o lo que dice tu otro ojo).


Lo vi con este ojo. Con el otro no lo vi. Pero eso no lo hace menos cierto. Menos visto, claro, pero no menos cierto. Mi otro ojo no es además garantía de nada. Mira siempre donde quiere, por su propia cuenta. Luego llega a ti como un niño insistente que te muestra lo que ha visto. Y lo hace justamente porque no lo has visto. Es extraño entonces que lo desestimes por lo que ve este ojo. Que lo desestimes por lo que ve el ojo que diriges, me refiero. Que lo desestimes ante el ojo que mueves una y otra vez hacia zonas ya vistas. Hacia la orilla a la que siempre has llegado. Hacia el puerto de siempre, en otras palabras. Nada es entonces menos cierto, entonces, si te fijas. Para eso sirve saber esto, si te lo preguntas. Pero eso no es todo. Hay algo más importante aún que te advierte el otro ojo: nada es doblemente cierto. Ninguna verdad es doblemente firme porque la mires dos o tres o innumerables veces. Nada se vuelve más seguro de esa forma. Incluso sin ojos de por medio. Sin miradas. Observa tu entorno, entonces, pero no busques refugio en lo que ves. No te aferres a lo que ya sabes. Eso es lo que dice tu otro ojo.

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