sábado, 5 de febrero de 2022

Cuando eso pasa.


I.

A veces pienso que el pez se pone contento cuando le cambian el agua del acuario.

Pero otras veces pienso que no.

Tal vez depende del pez, me digo, pero en realidad digo eso para evitar decir otras palabras.

Y es que el pez aquí no es el centro del asunto.

De hecho, ni el pez ni el acuario, siquiera existen.

Y el cambio de agua, por ende, se realiza siempre en otro sitio.


II.

Igual lo investigué… no crean que hablo por hablar.

Lo del estado anímico del pez, me refiero, al momento de cambiar el agua.

No encontré, por supuesto, datos asociados al concepto de “estado anímico” de un pez.

Pero sí al menos análisis de movimiento, gasto energético y otras acciones que podrían de cierta forma reflejar aquello que entendemos por estado de ánimo, luego del cambio de agua.

Con todo, los datos que encontré no fueron concluyentes.

Y el pez del que aparentemente les hablo, por supuesto, siguió sin existir.


III.

Ahora bien… ¿qué ocurriría si uno mismo fuera el pez?

Me refiero al pez que está en el acuario al que le cambian el agua.

¿Nos generaría esperanza de estar en otro sitio o la frustración de seguir en el mismo?

¿Estaríamos acaso contentos por el cambio?

En lo personal, debo confesar que a veces pienso que sí, tal como decía en un inicio.

Pero otras veces, por supuesto, pienso que no.

Extrañamente, no me pone contento pensar en ninguna de estas dos opciones.

Y es entonces cuando eso pasa.

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