sábado, 19 de febrero de 2022

Algo así como un fin.


T. quería vivir en un Hotel, pero aquí no era como en las películas que ella vivía. No era tan económico, me refiero. Tan alejado de todo. Tan romántico, a su manera.

Supongo que lo que quería era estar siempre de paso. Ojalá en un lugar algo miserable, para no encariñarse. Con las ropas mínimas y dos o tres libros y un cuaderno. Nada más.

Eso y un trabajo esporádico. Mínimo también. Ojalá una semana sí y otra no, para tener tiempo, decía. Aunque no decía para qué quería ese tiempo. Supongo que para cambiar de Hotel.

Al final, alcanzó a arrendar un par de departamentos interiores y vivió también en una casa abandonada. Pero eso no le entregaba lo que ella buscaba. O decía buscar, al menos.

Con todo, no alcanzó a llevar ese tipo de vida ni siquiera dos años.

Luego de un mal periodo en el que se enfermó varias veces y no lograr afirmarse en sus últimos trabajos, terminó volviendo a la casa de sus padres.

Una casa amplia, por supuesto, con una de las bibliotecas más grande que he llegado a conocer.

Fue entonces que me pidió ayuda para vender algunos libros, aunque nada alcanzó a concretarse.

Y es que una noche, en un extraño arrebato (aunque no tan extraño para quienes la conocimos en aquel entonces), T. intentó quemar esa misma biblioteca.

Lo logró en gran parte, por cierto, pero el fuego fue controlado antes de que destruyese el resto de la casa.

La internaron por esto -en una especie de hospital siquiátrico-, durante casi seis meses.

No pude visitarla en ese tiempo ni contactarme con ella.

Tiempo después, supe que se iba a Estados Unidos, y que estaba matriculada en una Universidad de relativo prestigio.

Desde allá -supongo, me envió los restos de un libo que estaba quemado.

Era un libro ruso, de Bulgakov.

Intenté traducir los restos que quedaban para ver si había en él alguna especie de mensaje oculto, pero no encontré nada.

Nunca encontré nada.

Con el tiempo, supe que T. dejó la Universidad y nadie de su familia volvió a saber de ella.

Aunque tampoco antes, me atrevería a agregar, habían sabido algo.

Hoy, por cierto, terminé de quemar el libro que me envió, en una fogata.

Fue algo así como un fin.

Prácticamente no quedaron restos.

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