domingo, 6 de febrero de 2022

Habitado por piedras.


Créanme. Intenté explicárselos de forma directa y sencilla: El planeta no estaba deshabitado. Estaba más bien habitado por piedras. Así, cada cierto tiempo, a partir de fenómenos geotérmicos y otros que provocaban movimientos vibratorios en la corteza, estas piedras se desplazaban poco a poco por la superficie. Por lo mismo, pienso que, si hubiese contado con el tiempo necesario para observarlas y documentar todo aquello, aquel hecho hubiese sido similar a contemplar formas de vida moviéndose también por la superficie de planetas que se consideran -esos sí-, genuinamente habitados. Y claro, todo eso habría quedado, de esa forma, debidamente registrado. Traslados sencillos, extrañas migraciones y desplazamientos sin trayectos previamente determinados. Nada muy distinto a los apuntes que podría haber tomado ante otro tipo de “habitantes”, me atrevería a decir. Y es que, para quien observa desde lejos, no es cuestión diferenciadora ni esencial la supuesta voluntad que rige y dirige el movimiento, sino que lo importante pasa a ser, sin duda, el movimiento en sí. Es decir, es este último el factor predominante que viene a reflejar aquello que comúnmente es denominado “vida”. Todo otro concepto -incluido aquel tan manoseado de “vida inteligente” o alguno similar-, son añadidos sin importancia. Notas al pie de la verdadera existencia, pero carentes de trascendencia alguna. Créanme. Es cuestión de perspectiva, al fin y al cabo. O de perspectiva y distancia, tal vez. Nada más.

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