jueves, 20 de mayo de 2021

Soñó que caían meteoritos.


Soñó que caían meteoritos.

Solo un par, en todo caso, soñó que caían.

Uno en el mar.

Otro en la montaña.

A pocos minutos uno del otro.

Los dos a una distancia considerable de donde él se encontraba, en el sueño.

A una distancia segura, digamos.

El que cayó en la montaña fue el primero.

Produjo un gran sonido, y una especie de eco que llegó hasta donde estaba.

Una onda expansiva, tal vez, pensó más tarde.

Aunque ciertamente no recibió daño.

Por otro lado, el que cayó en el mar no causó tanto ruido.

Aunque provocó de todas formas un oleaje inusual, en los bordes del sueño.

Él cuenta que, sin saber cómo, se acercó a la orilla.

Y pudo observar que, prácticamente, ya no había playa.

Nada de arena, me refiero, donde rompían las olas.

Mientras, amarrados a lo lejos, un par de botes se movían vacíos, sobre el oleaje.

No había más gente, en el sueño.

O no se veían, al menos, aunque él intuía que muchos estaban asustados.

Encerrados en sus casas, escuchando las noticias.

Buscando una voz creíble que les dijera qué hacer, o cómo protegerse.

Él, en cambio, extrañamente tenía sed de más.

No lo hubiera creído, pero se descubrió esperando nuevos meteoritos.

Una oleada ojalá, haciendo que la tierra se transforme.

Sin dejar que nada, en definitiva, permaneciera en su sitio.

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