miércoles, 5 de mayo de 2021

En ese entonces.


En ese entonces veíamos un animé de deportes. No recuerdo cuál era el nombre de esa serie. De hecho, ni siquiera recuerdo qué deporte practicaban en el animé. Solo tengo en mi memoria una gran cantidad de tardes que veíamos los capítulos sentados en unos sillones negros, en una habitación en el que el calor era asfixiante y debíamos prender un ruidoso ventilador y subir aún más el volumen de la tv, para poder escuchar de mejor forma.

Fue una serie extensa. Un animé con un gran número de capítulos que vimos a diario durante un mes, más o menos. Un mes siguiendo al equipo del deporte en particular -entiéndase básquetbol, béisbol, fútbol o lo que sea-, que comenzaba a mejorar en su juego hasta llegar a algo que podría denominarse “las grandes ligas”.

Era entonces, sin embargo, que la serie torcía un poco pues veíamos que los jugadores comprendían, al llegar a ese tipo de competencia, que no estaban necesariamente a ese nivel, y que hicieran lo que hicieran, resultaba mejor -o más sensato al menos-, un ligero retroceso.

Era entonces cuando la historia se volvía más interesante, pues los miembros del equipo decidían jugar sus últimos partidos, antes de abandonar completamente su condición de jugadores de aquel deporte, y comenzar a ser entonces, sin rótulo alguno, personas comunes que buscaban saber quienes eran ellos, por sí mismo, alejados ya del intento de ser otra cosa.

-De verdad no te acuerdas del título -me preguntan entonces-. ¿No recuerdas nada más de la serie?

Y yo digo que no, pero finjo que busco una respuesta durante un rato, mientras se acaba este texto.

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